Aparte de irse a la yugular de “los gobiernos del pasado”, tachando a todos de corruptos, mentirosos y tramposos, y de buscar sólo beneficios de tipo personal o de grupo y de “vendepatrias” por haber privatizado varios sectores de la producción de hidrocarburos y la electricidad en nuestro país, la 4T se ganó la voluntad de los mexicanos porque supo reflejar una gran verdad que pocos se atrevían a evidenciar de manera tan cruda. El problema empezó cuando llegó la hora de mostrar los resultados de la prometida nueva política de “honestidad” que ponía ante todo “primero a los pobres”.
Esa parece ser la nueva consigna del sistema: que se cure quien tenga dinero para hacerlo y el que no, que se muera.
Muchos se quedaron “apantallados” (como coloquialmente decimos) cuando el gobierno anunció el rescate de Petróleos Mexicanos (Pemex), la Comisión Federal de Electricidad (CFE), la creación de cien universidades para las comunidades marginadas, la nacionalización de Mexicana de Aviación y un sistema de salud que igualaría al de Dinamarca, bautizado con el nombre de Insabi. Los problemas empezaron cuando los resultados que todo mundo esperaba tardaban mucho en llegar.
La gente quería empezar a cosechar de este “gobierno limpio, justo y comprometido con el pueblo”, pero los frutos no aparecían por ningún lado. Lejos de ello, la mala gestión en materia de seguridad social durante la pandemia, que cobró la vida de 334 mil 336 mexicanos, aunada a la falta de insumos médicos y vacunas para enfermos de VIH y niños con cáncer —a quienes, por cierto, tacharon de subversivos por exigir atención—, nos hizo darnos cuenta, de la forma más cruel, de que el tema de la salud no era algo que este gobierno se tomara muy en serio.
Por si hubiera alguna duda, la desaparición con más pena que gloria del Insabi y la ocurrencia de la megafarmacia —que no era capaz de surtir siquiera diez recetas al día en todo el país— nos acabó de convencer de que se estaba jugando con la salud de los mexicanos, pues, contrario a lo que se afirmaba en el discurso, en los hechos se estaba arrojando fuera del sistema de salud —según los propios datos oficiales— a más de 30 millones de mexicanos.
Otro dato importante para sustentar lo que aquí se afirma es que, en el Presupuesto de Egresos de 2025, que ya corresponde por completo a la administración actual, la salud sufrió un recorte de 122 mil millones de pesos, lo que equivale a un 12.2 % menos en comparación con lo que se destinó en 2024, provocando un ensanchamiento en la brecha entre asegurados y no asegurados a un nivel no visto desde hace veinte años.
Pero eso no es todo; de acuerdo con los datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), el gasto en salud en los meses de enero y febrero de este año reportó la peor caída de la que se tiene registro, al sufrir una reducción del 36.6 % en comparación con el mismo periodo del año pasado (El Economista, 22 de abril de 2025).
Ante esta situación, que en la realidad se traduce en falta de medicamentos, de insumos médicos, de vacunas y de recursos para contratar personal suficiente que atienda las diferentes áreas, no es nada extraño que mueran 45 bebés de tosferina u otras enfermedades curables y se reporten 749 contagios en el país de la misma enfermedad (Revista Buzos de la Noticia, 21 de abril de 2025), sin que las autoridades hagan absolutamente nada para impedirlo, más que dar explicaciones.
Tampoco extraña que desayunemos con la noticia de que unos heroicos médicos de Macuspana, Tabasco, la tierra natal de AMLO, se vean en la necesidad de improvisar un casco cefálico con un garrafón desechable de agua para proporcionarle oxígeno a una recién nacida que tuvo complicaciones al ingerir líquido amniótico y partículas fecales durante el parto.
Ante el hecho, lejos de otorgar un premio o reconocimiento a los autores de dicha hazaña, las más altas autoridades de salud del país, al verse exhibidas ante lo que los periodistas locales bautizaron como “vergüenza nacional”, reaccionaron cesando al director del hospital y a la enfermera que salvaron la vida a la recién nacida y prohibieron, en adelante, el ingreso de celulares al nosocomio para evitar futuros bochornos “que manchen su imagen” (Mundo Informativo, 21 de abril de 2025).
Como cualquier mente desprejuiciada puede ver, el abandono de las autoridades de sus obligaciones gubernamentales viene a resultar, en un primer momento, en un empeoramiento de la calidad de vida de los gobernados; pero también, y como consecuencia necesaria, en el despliegue, ante los capitalistas privados, de todo un abanico de posibilidades para invertir y acrecentar su riqueza, ya sea —como se indicó al principio de la presente colaboración— en hidrocarburos, en generación y distribución de energía eléctrica, en transporte aéreo y terrestre y en educación; pero, sobre todo, en brindar atención a la salud bajo el lema de “que se cure quien tenga dinero para hacerlo y el que no, que se muera”. Ese parece ser el “regalo” que la 4T le está heredando a la infancia mexicana, justo en el aniversario del Día del Niño.
A pesar de lo hasta aquí dicho y demostrado, si alguien dudara de la veracidad de nuestras afirmaciones, lo invitamos a ver lo que está publicitando, justo en el momento en que se escriben estas líneas, uno de los hombres más ricos de México: Ricardo Salinas Pliego (quien, por cierto, acrecentó su riqueza en un 56.3 % durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador), anunciando un nuevo sistema de salud privado para todo el que esté enfermo y tenga dinero para curarse. Esa es la herencia que la 4T le está dejando a nuestros niños.
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