MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El problema de la vivienda en Jalisco

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El Área Metropolitana de Guadalajara (AMG) es un conjunto de municipios del estado que se precian de su progreso y, sin embargo, son también el escenario de una paradoja moderna: mientras surgen torres de departamentos de lujo como símbolos de prosperidad, miles de familias jaliscienses ven cada vez más lejano el derecho a un techo propio.

Esta crisis no es un fallo del sistema, sino su consecuencia lógica. Vivimos una era de productividad sin precedentes. La tecnología y la industria permiten generar riqueza más que suficiente para garantizar una vida digna para todos; sin embargo, el modelo económico capitalista es extraordinario para producir, pero un fracaso para distribuir.

Bajo el capitalismo, la vivienda deja de ser un derecho fundamental para ser una mercancía cuyo acceso está determinado por la capacidad de pago.

Su lógica inherente concentra la riqueza en pocas manos, creando un abismo entre quienes acumulan fortunas inimaginables y quienes luchan por satisfacer necesidades básicas.

La injusta distribución de la riqueza vuelve a dejar de manifiesto la separación de la sociedad en dos grandes clases sociales: una minoría que acapara los frutos de la producción y una mayoría trabajadora que sobrevive con lo que puede.

No se trata de una teoría abstracta. Como advirtió el astrofísico Stephen Hawking: “Si las máquinas producen todo lo que necesitamos, el resultado dependerá de cómo se distribuyen las cosas: todo el mundo podrá disfrutar de una vida de lujo ociosa si la riqueza producida por las máquinas es compartida, o la mayoría de la gente puede acabar siendo miserablemente pobre si los propietarios de las máquinas cabildean con éxito contra la redistribución de la riqueza; hasta ahora, la tendencia parece ser hacia la segunda opción, provocando cada vez mayor desigualdad”. El problema de la vivienda es el síntoma más claro de esta tendencia en el estado.

Se produce de manera social, pero hay una apropiación privada de la riqueza producida, situación que se expresa de manera lacerante y brutal en el mercado de la vivienda. Bajo el capitalismo, la vivienda deja de ser un derecho fundamental para ser una mercancía cuyo acceso está determinado por la capacidad de pago. Esto excluye a quienes no pueden pagarla, especialmente a la clase trabajadora.

Su valor de uso —capacidad y utilidad para satisfacer necesidades humanas básicas, como la de un lugar para vivir— queda subordinado por completo a su valor de cambio. 

Así, los desarrolladores inmobiliarios no construyen para satisfacer una necesidad social, sino para obtener la máxima ganancia generada por los trabajadores de la construcción. La situación en la tierra del tequila es muy complicada en este aspecto, veamos.

Según datos del Instituto de Información Estadística y Geográfica (IIEG), en el periodo de 2013 a 2024 el costo de la vivienda aumentó 138 %, mientras que el salario base promedio en Jalisco incrementó sólo el 10 %. Por lo tanto, el incremento al ingreso de las y los trabajadores se quedó relegado comparado con el aumento en el costo de la vivienda.

Esta situación aleja a la población de la oportunidad de poder comprar una vivienda. Según el IIEG, el valor promedio de venta en 2024 en Jalisco es de 1.83 millones de pesos, lo que implica que, en un esquema de 20 años y con 10 % de enganche, la persona o familia tenga ingresos de al menos 49 mil 106 pesos para poder pagar 19 mil 552 pesos al mes sin ver afectadas las demás necesidades.

En el estado, sólo pocas personas perciben esas cantidades al mes. Para comprar una vivienda a precio promedio, con el esquema descrito por el IIEG, se requieren ingresos mensuales de 55 mil pesos; sin embargo, sólo el 6.59 % de quienes tienen un empleo formal gana arriba de 50 mil pesos mensuales.

Rentar tampoco es viable. El costo promedio de renta mensual en la entidad es de 31 mil 696 pesos, equivalente a entre doce y catorce salarios mínimos. Sin embargo, seis de cada diez jaliscienses ganan hasta dos salarios mínimos. 

Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), hacen falta 449 mil viviendas en todo el estado y, sin embargo, hay 70 mil viviendas abandonadas, ya que se construyen miles de casas en zonas alejadas, sin servicios básicos, sin empleo cercano y con problemas de movilidad, condenando a estos “desarrollos” a la desocupación y al deterioro.

Hay “casas sin gente y gente sin casa”. En Jalisco hay un total de 2.3 millones de viviendas habitadas, de las cuales 278 mil cuentan con menos de 45 metros cuadrados de construcción, conocidas como “casas huevito” por su tamaño tan reducido. 

Según datos de la Encuesta Nacional de Vivienda, bajo el capitalismo, la clase trabajadora está condenada a vivir de manera hacinada. Una vez más, se antepone la obtención de la máxima ganancia sobre la dignidad humana. Vaya, así opera un sistema profundamente descompuesto que exhibe su decadencia estructural.

Considerando el ingreso promedio de los mexicanos y el porcentaje recomendado, 30 %, para destinar al pago de vivienda, se requerirían 20 años de trabajo continuo para poder pagar una casa a precio promedio, sin tomar en cuenta los intereses bancarios; para Jalisco la situación es aún más crítica, pues se necesitan 43 años, prácticamente una vida entera para poder tener una vivienda.

La crisis es evidente, pero lo más importante es comprender con claridad que el responsable de esta situación es el modo de producción capitalista vigente. 

Ante estas desgracias, ¿cuál ha sido el papel del Estado? Ninguno, es más que evidente; basta con mirar a nuestro alrededor y observar que la clase trabajadora sigue sufriendo por no poder cubrir este derecho fundamental.

El problema de la vivienda, tal como lo conceptualizó Engels, no es un hecho aislado, sino una institución necesaria del sistema capitalista, que se intensifica con la migración masiva de trabajadores hacia grandes centros urbanos.

Esta dinámica, visible hoy a nivel global, especialmente en el mundo subdesarrollado, genera hacinamiento, arrabales y una escasez que afecta a millones, agravada por alquileres inalcanzables y salarios por debajo del valor de la fuerza de trabajo.

Por lo tanto, su solución definitiva no radica en reformas o cambios de autoridades, sino en la abolición del orden social que lo origina. Recientemente se ha aprobado una reforma a la ley de vivienda en el estado de Jalisco, ¿pero tendrá los alcances que necesita la clase trabajadora?

Recordemos que las reformas dentro del modo de producción capitalista sólo son un analgésico para adormecer el espíritu de lucha de la clase trabajadora, desviarla de su papel fundamental de clase, que es la organización y la lucha para acabar con el problema en su origen, como lo sintetiza el gran poeta francés Victor Hugo: “Vosotros queréis socorrer a los pobres, yo quiero abolir la miseria”; eso es lo que debemos buscar como clase trabajadora, atacar en su origen a los problemas, no en su forma. Mañana puede ser demasiado tarde. Que conste.

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