MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Urge la dignificación del trabajo del hombre

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El sentido de la vida de los hombres y mujeres gira en torno a dos actividades básicas: producir y reproducirse, es decir, trabajar y amar, como lo dicen románticamente algunos psicoanalistas. En el origen del hombre, ambas actividades fueron determinantes para su sobrevivencia, era preciso reproducirse lo más posible para ampliar el clan y defenderse de mejor manera de las inclemencias del tiempo, de las grandes bestias, etc. Y el trabajo fue un impulso también de sobrevivencia, para alimentarse.

Federico Engels, en su artículo “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”, explica que fue gracias al trabajo que el hombre logró superar obstáculos que marcaron la diferencia con otras especies, y lo hicieron posicionarse en el mundo como un gigante. Al tener la capacidad de caminar erecto, el mono dejó de usar cada vez menos las manos para caminar y eso le permitió dejarlas libres y usarlas en otras actividades, como agarrar palos que usó para defenderse y escarbar el suelo para encontrar raíces comestibles. 

Durante centenares de miles de años, la mano del hombre mono fue perfeccionándose gracias al trabajo, y su cuerpo también se benefició con este suceso, por la correlación del crecimiento. Tuvo, pues, necesidad de decirse algo, de comunicarse unos con otros y la necesidad creó el órgano, la laringe se fue perfeccionando y emitiendo cada vez sonidos más claros.” Primero el trabajo, luego y con él, la palabra articulada, fueron los dos estímulos principales bajo cuya influencia el cerebro del mono se fue transformando gradualmente en cerebro humano”, y esto a su vez trajo consigo el perfeccionamiento de todos los órganos de los sentidos.

El trabajo del hombre comienza con la elaboración de instrumentos de caza y pesca; su dieta cambia, se incluye a la carne, que, combinada con los vegetales, contribuyó a dar fuerza física e independencia al hombre en formación, y sobre todo al desarrollo de su cerebro. “Gracias a la cooperación de la mano, de los órganos del lenguaje y del cerebro, no sólo en cada individuo, sino también en la sociedad, los hombres fueron aprendiendo a ejecutar operaciones cada vez más complicadas, a plantearse y a alcanzar objetivos cada vez más elevados”.

El hombre modifica la naturaleza y la obliga a servirle, la domina, siendo esta la diferencia esencial que existe entre el hombre y los demás animales, diferencia que viene a ser también efecto del trabajo.

Los argumentos que nos da Engels son bastante convincentes, y por lo anterior creo que tiene razón: es el trabajo el que ha creado al propio hombre, le arrancó su naturaleza bestial y le incitó a la racionalidad. Lo invitó al progreso y lo hizo superar fronteras, adaptarse a los diferentes climas y lugares, a distintas comidas, y crear un mundo a su manera.

¿En qué momento, el progreso de la humanidad se vio truncado?  Justamente cuando el carácter gregario característico del hombre primitivo, se vio afectado por la propiedad privada, cuando lo producido dejó de ser de todos para ser de unos cuantos. Cuando el trabajo dejó de ser una necesidad para el progreso de todos y se convirtió en un recurso de sometimiento para las minorías, y el medio en el cual se da la explotación del hombre por el hombre, e inevitablemente nacieron dos clases antagónicas, la dominante y la dominada, o más específicamente el patrón y el obrero.

Y las formas de producir ya no fueron pensando en el progreso colectivo, sino en el afán de ganancia desmedido de unos cuantos. Pero como la única forma comprobada hasta hoy de generar riqueza, es justamente con el trabajo del hombre, y es hoy por hoy un yugo, una cárcel. En el modelo económico capitalista, que ha dominado por muchos años a la sociedad, tal parece que la superación del hombre no es una prioridad, ni su bienestar, ni su felicidad; solo se concibe con un eslabón más de una gran cadena de producción que genera riquezas que van a parar a pocas manos.

Por ello, el trabajo ha dejado ser una manera de dignificar al hombre, de darle sentido a su vida, para convertirlo solo en un esclavo. Así se explica que “casi una de cada tres personas percibe síntomas físicos asociados al agotamiento: 29 por ciento siente un nudo en el estómago al pensar en ir al trabajo y a 28 por ciento le tirita el ojo sin poder controlarlo, ambas son señales asociadas al estrés”.

Pero ¿porque tendría que desagradarnos usar nuestras energías físicas e intelectuales para realizar una tarea para la que hemos nacido?  Lo que creo es que cada día somos menos libres de elegir nuestra forma de desempeñarnos en la vida, eso lo decide la clase que nos domina, y la necesidad del mercado. Y eso que en el origen les dio sentido a nuestras vidas, ahora nos tiene estandarizados, como hechos en serie para cumplir una solo función, ser peones. Y está característica mantiene a gran parte de la sociedad hundida en la enfermedad, por la inutilidad de su ser. “12 millones de días de trabajo se pierden cada año por incapacidades asociadas a salud mental”.

En México no somos la excepción, pues casi siete de cada 10 mexicanos se sienten emocionalmente agotados por el trabajo; debido a estrés laboral crónico, sobrecarga de tareas y la falta de motivación. Esto es ya una forma de vida. Trabajar en algo que no nos gusta, vender nuestra fuerza de trabajo al mejor pagador, porque no tenemos alternativa. La tendencia del mercado laboral, es una explotación cada vez más severa, muchas horas de trabajo, en condiciones laborales que no son ideales, bajos salarios que no cubren las necesidades básicas de los trabajadores, y que a la larga terminarán por enfermarnos del cuerpo y de la mente, y seguro del alma.

Pero dejar de trabajar no es opción, lo que debemos hacer es luchar juntos y organizados, como en el pasado lo hicieron nuestros antepasados cuando superaron todas las adversidades de este periodo, y emigrar a un modelo económico más equitativo para todos. Donde los trabajadores que son los que generan las riquezas con su trabajo, tengan mejores condiciones de vida y de trabajo, que dignifique su vida, que le dé un papel importante en la sociedad. Eso es posible, ya la historia lo ha demostrado.

 

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