MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Todos debemos decir ¡basta!

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El 6 de junio de cada año, los antorchistas de todo México recordamos a las mujeres y hombres, algunos de edad avanzada, otros en plenitud y algunos incluso que apenas habían decidido su camino por la vida, que cumplieron su compromiso de luchar, hasta el límite de su existencia, por acabar con el México de explotación, de injusticia, de inseguridad, de violencia y desigualdad que sufrimos.

Cada 6 de junio, tradicionalmente nos reunimos representaciones de las 32 entidades de México para recordar a los que no solo murieron soñando con un país floreciente, feliz y generoso con sus hijos sino que, sobre todo, trabajaron y se esforzaron por acercarnos ese futuro luminoso, hasta que la muerte los sorprendiera, en ocasiones terribles víctimas de agresiones homicidas de lo más oscuro de nuestra sociedad, de las fuerzas que pretenden perpetuar los privilegios y los abusos de los poderosos que acaparan los frutos del trabajo de los mexicanos o les sirven a éstos manteniendo tan odioso estado de cosas. Tradicionalmente este evento para honrar la memoria de los luchadores sociales caídos tiene lugar en Tecomatlán, Puebla, cuna del Movimiento Antorchista, y en él se ratifica el compromiso de los antorchistas de continuar en pie de lucha, de seguir el ejemplo de los que ya no están físicamente entre nosotros pero que continúan alumbrando nuestra tarea con su preclaro y consecuente ejemplo.

Ellos dijeron: ¡hay que terminar con el sistema económico que niega a los mexicanos la oportunidad de ganarse dignamente el pan de sus hijos, debemos luchar por empleo para todos los mexicanos! Le dijeron basta al México de hoy, que paga salarios de supervivencia a los trabajadores de las ciudades y que condena a la quiebra y a la miseria a los campesinos que siguen esforzándose por sacar de la tierra alimentos y materias primas. Ellos lucharon contra el México de la desigualdad monstruosa, que nos ha llevado a ser la nación que en la OCDE paga los salarios más bajos obligando a cubrir las jornadas laborales más largas y extenuantes. Nuestro país es tan desigual que, con un salario promedio, un mexicano necesitaría trabajar once millones de años -y además no gastar un solo peso- para poder alcanzar la fortuna actual de Carlos Slim, el empresario nacional más rico.

Rendimos homenaje cada 6 de junio a los compañeros que hasta el último de sus días explicaron a los trabajadores y a sus familias, en la ciudad o en el campo, las causas profundas de la explotación y las injusticias de las que son víctimas, uniéndose para constituir una fuerza capaz de defenderlos, en lo inmediato, y a largo plazo capaz de transformar el sistema generador de miseria y desigualdad. Gracias al esfuerzo, el trabajo, la inteligencia y la lealtad al pueblo de nuestros compañeros caídos, millones de mexicanos mejoraron sus condiciones de vida, de trabajo, de educación y de salud. Millones descubrieron en las actividades deportivas y culturales vías para desarrollarse más plenamente, y cientos de miles descubrieron que no deberían de permanecer al margen de la política, que deberían decidirse a encabezar la lucha de su pueblo, tal y como lo hicieron en su momento Morelos, Zapata o Ricardo Flores Magón en México, Mao Zedong en China, Lenin en Rusia y Patricio Lumumba en África. 

Esos campesinos, amas de casa, obreros, estudiantes, maestros o empleados empezaron, bajo la guía de los líderes que honramos, a leer como nunca en toda su vida, a interesarse por lo que pasa en México y en el mundo, en la filosofía, la historia y la economía. En una palabra, aprendieron que deberían formarse como líderes.

Este año, nuestro homenaje a los caídos no será en la cuna de Antorcha Campesina, en Tecomatlán, sino en Chilpancingo, Guerrero. Más de seis mil antorchistas de todo el país nos reuniremos en la capital de esta entidad para exigir que se castigue a los culpables de uno de los crímenes más desalmados que ha cobrado la vida de líderes antorchistas: el asesinato de Mercedes Martínez, Conrado Hernández y de su hijo de seis años. Cerca ya de cumplirse dos meses del brutal hecho, el gobierno de Guerrero no ha detenido a nadie, ni a los autores materiales ni a los intelectuales: el crimen sigue impune y los malhechores en las sombras del anonimato.

Este año, los antorchistas no sólo honramos la memoria de nuestros hermanos ya fallecidos, sino que gritamos contundente y unánimemente: ¡Exigimos justicia en Guerrero! ¡Exigimos castigo para los asesinos y para los que hayan ordenado, alentado y protegido este crimen!

Este año, los antorchistas llegaremos a Guerrero, sí, a renovar nuestro compromiso de luchar hasta el límite de nuestras fuerzas por la patria nueva que merecen los trabajadores mexicanos, como lo hicieron nuestros muertos; pero también a manifestar nuestra exigencia de resultados a las autoridades encargadas de procurar justicia y de proteger la vida y la integridad de todos los mexicanos, incluidos, por supuesto, los luchadores sociales.

En memoria de Conrado, Meche y su hijo; en recuerdo de Felicitas Sánchez, Aureliano Fuentes, Carmen Lazcano y José Corrales, caídos en la lucha antorchista en Baja California; honrando a esas mujeres y hombres buenos que dedicaron su vida a la causa de los trabajadores, continuaremos nuestra lucha hasta que el campesino se beneficie de la tierra que cultiva y el obrero tenga derecho al fruto de su trabajo, los niños a la educación, los enfermos a la asistencia médica y hospitalaria, hasta que todos puedan acceder a un empleo bien remunerado y los estudiantes a la enseñanza libre, experimental y científica, hasta que se haga realidad el derecho de la mujer a la igualdad civil, social y política; el derecho del anciano a una vejez segura; el derecho de los intelectuales, artistas y científicos a luchar, con sus obras, por un mundo mejor.

En una palabra, al pueblo de México le reiteramos nuestro compromiso de lucha inclaudicable, nuestra disposición a que nada ni nadie nos detendrá hasta avanzar en las lucha por la justicia, y como lo escribiera Pablo Neruda, en su Oda al hombre sencillo, le decimos "en las orejas; no sufras, ya llega el día, ven, ven conmigo, ven con todos los que a ti se parecen, los más sencillos, ven, no sufras, ven conmigo, porque aunque no lo sepas, eso yo sí lo sé: yo sé hacia dónde vamos, y es ésta la palabra: no sufras porque ganaremos, ganaremos nosotros, los más sencillos, ganaremos, aunque tú no lo creas, ganaremos".

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