MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Sólo el Gobierno federal no se entera de que urge un plan hídrico

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Por todos lados menudean las protestas ciudadanas por la falta de agua en las diferentes regiones del país. Incluso donde tradicionalmente este líquido era abundante, como en el caso de la Huasteca, el estrés hídrico y la sequía se han hecho presentes, causando severos problemas no solo en las actividades agropecuarias, sino incluso para el consumo humano.

Esta situación, aunque grave, todavía da tiempo para realizar acciones tendientes a revertirla, o cuando menos a evitar que se siga agravando y llegue a consecuencias mayores.

En el norte del país, por ejemplo, los ríos se están secando, las presas están vacías, los mantos freáticos padecen estrés hídrico y los pozos se están quedando sin agua.

Debido a esto, el 3 de abril, el Movimiento Antorchista Nacional realizó en las capitales de los estados una protesta pública tan importante como oportuna, mediante cadenas humanas, exigiendo la puesta en marcha por parte del Gobierno federal de un plan hídrico nacional que garantice la solución a la actual situación de falta de agua en la mayor parte del territorio nacional, un problema sumamente grave que, de no atenderse de manera urgente, tendrá consecuencias catastróficas y un alto costo en vidas humanas, cuyo costo, como siempre, terminará pagándolo el pueblo pobre de México.

Son verdaderamente aterradoras las noticias y las imágenes de lo que acontece en nuestros días con respecto a este tema en particular, pues literalmente se están secando los ríos, lagos y otros importantes cuerpos de agua en el país, lo que pone en riesgo inminente la subsistencia de miles y quizá millones de mexicanos.

Y lo peor de todo es que el Gobierno federal no hace ni lo más mínimo para evitarlo. Por el contrario, siete millones de árboles talados fue el saldo obtenido en aras del capricho faraónico del Tren Maya.

La Ciudad de México está al borde del colapso por la falta de agua, una de las ciudades más pobladas del mundo en la que gobiernan los mismos desde hace décadas y nunca hicieron algo. En el norte del país, por consiguiente, los ríos se están secando, las presas están vacías, los mantos freáticos padecen estrés hídrico y los pozos se están quedando sin agua, etcétera.

Aunque es cierto que con dinero no se va a acabar la falta de lluvias y el cambio climático, que son producto del calentamiento de la atmósfera terrestre, es necesario entender que este fenómeno no es natural sino provocado, o sea, el resultado de la irracional explotación de los recursos naturales por la sed desmedida de ganancia del capital, aunque peligre la existencia de la sociedad, y que, por tanto, es completamente posible detenerlo y revertirlo, para lo cual deben tomarse acciones de Gobierno, muy complejas y difíciles pero necesarias a mediano y largo plazo, entre tanto se ocupan de acciones concretas como la realización y reparación de obras hidráulicas para captación y conducción de agua, por ejemplo, que pueden y deben realizarse.

Es decir, hacen falta decisiones y acciones para resolver el problema, pues ya ha tenido tiempo de sobra para hacerlo el Gobierno federal, que administra el dinero de los mexicanos recabado por los impuestos y por el petróleo.

Desde mi punto de vista, el pueblo debería organizarse y exigir, junto al Movimiento Antorchista, que el Gobierno elabore y practique de inmediato un plan hídrico de largo alcance e integral. Nacional. Que contemple, por ejemplo, la urgente construcción y puesta en marcha de suficientes plantas tratadoras de aguas negras o residuales; la planificación de la distribución del agua para evitar las fugas y la evaporación del líquido, adoptar modernos sistemas de riego en la agricultura, crear suficientes vasos de captación de aguas pluviales; el rescate de lagos y lagunas, además de detener la peligrosa deforestación de los bosques y selvas por la tala o el monocultivo y más medidas sugeridas por los especialistas.

A largo plazo, se debe luchar por un auténtico Gobierno de los pobres, que elimine la anarquía en la producción y con ello el desperdicio de los recursos naturales, construyendo una economía racionalizada planificadamente para hacerla además de altamente productiva y sustentable, armoniosa con el medio ambiente.

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