MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

¡Por un 1 de mayo más combativo!

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Como cada año desde 1913, este 1 de mayo se celebró en México el Día del Trabajo. Al ser una fecha ganada por el movimiento obrero mundial, se esperaría que los trabajadores hicieran de ella una jornada de lucha para exigir un mundo más justo. Pero no, ni siquiera es un día especialmente combativo; al contrario: es un día perfectamente planeado desde el gobierno y cuya rutina se repite religiosamente todos los años. Además de suspender labores, lo demás se restringe a una serie de manifestaciones en las que participan los sindicatos más importantes del país: los trabajadores salen a marchar, más por consigna que por conciencia, y toman las calles con desgano, sin saber para qué. Es un protocolo que se reedita mecánicamente todos los años. El 1 de mayo mexicano está muy lejos de ser una jornada de lucha. ¿Es que de verdad no hay nada que pelear? Veamos.

El trabajador mexicano tiene la jornada laboral más larga de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). De acuerdo con un informe que en 2017 presentó la OCDE, de los 36 países que integran esa agrupación, los trabajadores mexicanos son los que laboran más días al año. Según esos datos, en promedio, el obrero mexicano trabaja 2, 225 horas al año; mientras que el obrero turco labora 1, 832 horas, y el trabajador alemán todavía menos: 1,363 horas en el mismo periodo. El mexicano, pues, es uno de los obreros con las jornadas laborales más largas a nivel mundial. Nadie puede decir que el mexicano sea un haragán: desde que amanece hasta que anochece, el trabajador busca cómo llevar el pan a la mesa de su familia, para lo cuál a veces tiene que trabajar hasta en dos o tres empleos.

De todos los países de América Latina, México es el que tiene menos días de vacaciones garantizados por la ley. De acuerdo con la legislación vigente, en su primer año de contrato, el obrero mexicano tiene derecho a seis días de vacaciones, en el segundo año se incrementa a ocho, en el tercero a diez, y en el cuarto a doce; luego, cada cinco años de trabajo suman otros dos días de vacaciones. Esto pudiera parecer algo "normal", pero deja de serlo cuando observamos la realidad de otros países latinoamericanos. En Brasil, por ejemplo, el trabajador goza, por ley, de 30 días de vacaciones desde su primer año de contrato. Es decir, el mexicano necesitaría trabajar 40 años para poder igualar las vacaciones que desde el primer año tiene el obrero brasileño. El obrero mexicano es uno de los más sometidos en toda América Latina.

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¿Y el salario? De acuerdo con el Centro de Análisis Multidisciplinario de la UNAM, si se comparan los salarios mínimos del obrero mexicano de 1976 con el salario mínimo de 2018, resulta que el poder adquisitivo del salario cayó en un 70%; esto significa que antes con un salario mínimo podían comprarse 51 kg de tortilla, mientras que ahora solo alcanza para comprar 5. El trabajador mexicano gana hoy mucho menos de lo que ganaba hace cuatro décadas, y lo que gana en un trabajo no le alcanza para vivir bien. Para presentarse como el salvador de los obreros, el nuevo gobierno pactó con las empresas más poderosas del país y decidieron subirle 14 pesos al salario mínimo, dejándolo en $102. Este salario, presentado con bombo y platillo por la Cuarta Transformación, dista mucho de cumplir con lo que dicta el artículo 123 de la Constitución: "los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos". Con lo que se le paga al obrero mexicano, es claro que no le alcanza para esto.

Vista rápidamente, la situación del trabajador mexicano se presenta como trágica pues el obrero está totalmente indefenso ante sus patrones. Los sindicatos, creados en el siglo XIX como un instrumento de la clase obrera para defenderse de los abusos de los patrones, hace tiempo que en México perdieron su función. Durante todo el siglo XX se criticó que sindicatos como la CNC y la CTM fueran solo herramientas del PRI para controlar a los obreros del campo y la ciudad, lo cual era verdad. Hoy, la Cuarta Transformación no busca que los sindicatos retomen su verdadera naturaleza, sino que quiere crear sus propios sindicatos, que le den el poder de controlar a los obreros. Así se explica que haya liberado a Elba Esther y que Napoleón Gómez Urrutia sea uno de sus adalides. El sindicalismo mexicano, pues, no le sirve a los obreros, sino a los patrones.

Pero todas las cifras mencionadas corresponden solo al empleo formal. ¿Qué pasa con los millones de mexicanos que no tienen un trabajo formal? De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 6 de cada 10 trabajadores se ocupan en el empleo informal: como vendedores ambulantes, sobre todo. Quienes viven así, no tienen una jornada laboral definida, ni gozan de vacaciones por ley, ni tienen acceso a un salario mínimo. Hablamos de más de la mitad de los mexicanos. Hay, por otro lado, una realidad quizá más dolorosa: en nuestro país, 2.3 millones de niños trabajan todo los días para ayudar en la manutención de su familia. Según INEGI, al 40% de estos trabajadores no se les paga, y un millón no va a la escuela porque tiene que trabajar. Esta es la dura realidad del trabajo en México.

Ante esta situación de desastre, el 1 de mayo, en lugar de ser una celebración cooptada por los patrones y el gobierno, debería ser una jornada en la que los obreros mexicanos lucharan por defender sus derechos laborales y políticos. El horizonte del movimiento obrero debe ser una sociedad en la que el trabajo explotado deje de existir; pero como esto solo ocurrirá en un plazo relativamente lejano, en lo inmediato la lucha debe darse en términos más concretos. Por nuestra parte, Antorcha ha dicho, como parte de nuestro programa de cuatro ejes para cambiar el modelo económico, que es necesario que todos los mexicanos tengan un empleo formal y que gocen de un salario digno, suficientemente remunerador. Ganar eso ya sería un logro muy importante de los trabajadores mexicanos. Es necesario que el 1 de mayo deje de ser un desfile a los pies de los patrones y que vuelva a ser lo que en sus orígenes fue: una jornada en la que los obreros exijan enérgicamente lo que saben que les pertenece. ¡Por un 1 de mayo más combativo!

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