MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

8M: A construir un futuro luminoso para todos

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Se acerca el 8 de marzo y, como cada año, políticos, opinadores profesionales, intelectuales y hasta gente de la farándula, harán uso de la palabra para dirigir un mensaje a las mujeres; unos manifestarán su indignación porque aún no hay igualdad entre mujeres y hombres y prometerán al respetable que una vez hechos gobernantes o legisladores, ahora sí la mujer gozará de todos sus derechos; otros, harán votos para que se acabe la violencia contra las féminas y los más, dirán: “Para todas las madres, hijas, hermanas e increíblemente magníficas y diversas mujeres del mundo… ¡Yo las celebro a ustedes! ¡Yo nos celebro a nosotras! Aquí está por el Día Internacional de la Mujer hoy y ¡todos los días! Necesitamos seguir usando nuestras voces...” Jennifer López, vía X, antes Twitter. 

En cualquier caso, palabras, palabras y nada más. Resulta harto sencillo hacer promesas y desgarrarse las vestiduras o más aún hablar de alzar la voz por la mujer mientras tengas ingresos superiores. JLo gana 3.3 millones de dólares mensuales mientras que una mujer de Kenia gana 2.5 dólares semanales o una mujer mexicana gana 15 dólares diariamente. 

Vale insistir en que la tendencia del capital a concentrarse y centralizarse en unas cuantas manos es la razón fundamental por la que la clase trabajadora de México, y el mundo, sufre toda clase de privaciones. Y no podría ser de otra forma pues, si comparamos la riqueza que acumulan los poderosos del mundo con la que poseen los más desprotegidos resulta que la distancia entre los ingresos es abismal e insultante. 

En un informe de la Oxfam titulado "La supervivencia de los más ricos", Oxfam señala que desde 2020 la riqueza de los multimillonarios ha aumentado en 2 mil 700 millones de dólares al día; por otro lado, en el mundo, hay 700 millones personas que tienen ingresos por 2.15 dólares que apenas les alcanzará para comer una vez al día y nada más. 

Nadie piense que nos hemos desviado del tema; de ninguna manera, la insistencia nuestra en torno a la desigualdad en el ingreso tiene como intención demostrar que, mientras la riqueza se acumule en unas cuantas manos, niños, jóvenes, ancianos, hombres y mujeres no podrán tener una vida digna por más que se pronuncien discursos, se promuevan leyes y se desgañiten los pregoneros de siempre, las cosas, no cambiarán en favor de los trabajadores y mucho menos de las mujeres.

En el mundo, la vida para las mujeres cada vez resulta más dificíl. Así lo ponen de manifiesto las cifras de la ONU que revelan que 340 millones de mujeres y niñas sufren pobreza extrema. En México, las cosas no son distintas.

De acuerdo con el prestigiado economista por la UNAM, Julio Boltvinik, en nuestro país 94 millones de mexicanos son pobres; si la mitad de la población está compuesta por mujeres, entonces, 47 millones de niñas, muchachas, señoras y abuelas padecen mala alimentación, no tienen vivienda digna, no tienen acceso al agua, sufren enfermedades perfectamente curables o tratables —sufren papiloma humano, cáncer de mama, diabetes— no pueden concluir siquiera la secundaria o sufren violencia familiar. Todas estas desgracias deben terminar; ningún ser humano debería sufrirlas. 

Para combatir las desigualdades sociales no hay otra vía más que la organización y la lucha. Pero no deben ser sólo las mujeres las que se organicen; ellas deben construir junto con todos los hombres, con todo el pueblo, un gran movimiento. 

Y debe ser así porque, como ya quedó establecido líneas atrás, la opresión no es un fenómeno que sólo afecte a la mujer, también a los hombres; también el resto de los elementos del pueblo son esclavos del capital. 

Las mujeres no deben confundirse: los hombres no son sus enemigos; el enemigo de las mujeres es la clase capitalista, que también está conformada por mujeres como Francoise Bettencourt Meyers, dueña de L'Oréal y poseedora de 96 mil 200 millones de dólares, que la convierten en la mujer más rica del mundo y la 13ª persona más rica del mundo.

Las mujeres deben ver a los hombres como a sus hermanos de clase, con quienes pueden unir sus esfuerzos para combatir a los explotadores. Las mujeres, pues, deben caminar junto a los hombres y en la lucha dar muestras de todo lo que ellas son: inteligentes, capaces, valientes y tiernas y así, sólo así, las mujeres, junto con los hombres, podrán construir un futuro luminoso para todos.

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