MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Nosotros: la verdadera oposición

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Hoy los partidos de oposición no existen. El PRI y el PAN están ahí, sí, pero no como oposición, sino como comparsas del poder, como instrumentos al servicio del partido hegemónico: Morena. Pareciera que la vida política del país ha vuelto a los años setenta, a los años dorados del PRI, cuando, siendo el partido hegemónico, el Revolucionario Institucional se permitía decidir quiénes sí podían "competir" por el poder y quiénes no. Era tanto el control del tricolor que el resto de los partidos solo servían para que el PRI pudiera afirmar, muy ufano, que en México sí existía una democracia. Durante esos años, los partidos de oposición solo sirvieron para legitimar al partido en el poder. Es lo mismo que observamos con Morena hoy. El PRI y el PAN tienen un rol poco más que decorativo en la escena política nacional; por no hablar del PRD, que ya descansa en el basurero. Si buscamos entre los partidos, no encontraremos por ningún lado a la oposición; y, sin embargo, esta existe.

Es cierto que tanto el PRI como el PAN se esfuerzan por ser una verdadera oposición, pero todo es en vano. Tras el tsunami electoral los dos partidos quedaron en la lona, de donde no se han podido recuperar. Ambos desean, con todas sus fuerzas, gozar el poder que tuvieron antaño, y ven con rabia cómo un nuevo partido ocupa el lugar que creen que les pertenece. Su enojo crece aún más porque atestiguan cómo Morena usa su aplanadora en todos lados para pasar por encima de diputados, senadores, gobernadores, y hasta ministros de la corte. Y ellos –la oposición- son impotentes para frenar el poder que los mexicanos le dieron a Morena y que descansa en las manos de AMLO. La prueba más reciente de esto es el caso de la Comisión Reguladora de Energía (CRE), donde el Presidente se burló olímpicamente del poder legislativo para poner en la CRE a los candidatos que dijera su dedito, sin importarle la ignorancia que sobre el tema exhibieron.

Pero no solo fallan como oposición porque no tienen el peso político necesario. Hay un segundo factor, que es el que verdaderamente determina el estado de postración que sufren los partidos tradicionales: la falta de un proyecto de nación atractivo para el pueblo. Lo que Andrés Manuel decía en su campaña es cierto: el PRI y el PAN eran los continuadores del neoliberalismo, más de lo mismo, como se dice coloquialmente. Ahora, cuando AMLO impulsa desde el poder un neoliberalismo con su propio estilo, priístas y panistas se han quedado sin discurso, sin banderas. En gran medida, el rechazo de los mexicanos a ese programa tan desgastado, instrumentado en las últimas décadas por el PRI y el PAN, fue lo que llevó al triunfo a Obrador.

Lo más lógico sería que, ahora que deben jugar el papel de la oposición, esos partidos se despegaran del dogma neoliberal y asumieran posiciones más populares; que elaboraran proyectos que sí recogieran las necesidades y deseos del pueblo. Sin embargo, lo que vemos es todo lo contrario: siguen tratando de atacar a AMLO, de oponérsele, desde la misma trinchera neoliberal. Por eso se han quedado solos y no logran levantarse: el pueblo ya votó en contra de ese proyecto. Eligió un programa que pensó que era diferente, porque así se lo vendieron: una parte importante de las capas populares sí se identificó con lo que le ofrecía Andrés Manuel. La desgracia nuestra es que, cuando la mayoría de los mexicanos votó por él, no sabía que en realidad estábamos brincando de la sartén al fuego, como queda claro ahora.

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Por más modificaciones que hagan, todos los cambios serán cosméticos si los partidos de oposición no se deciden a fundirse con la lucha del pueblo. Ahora el PRI finca sus esperanzas de recuperarse en la elección del nuevo presidente del partido. Hasta ahora, son cuatro los que han levantado la mano para competir por ese cargo y sustituir a Claudia Ruiz Massieu: José Narro, ex rector de la UNAM; Ulises Ruiz; ex gobernador de Oaxaca; Ivonne Ortega, ex gobernadora de Yucatán; y Alejandro Moreno, gobernador de Campeche. Todos creen que son el bueno, el que le va a dar al PRI lo que le hace falta para levantarse y volver por sus fueros en las elecciones de 2021, primero, y luego recuperar la silla presidencial en 2024. ¡Nada más errado! O el PRI se reinventa y se convierte en un partido popular, o quedará permanentemente reducido a ser un fósil de la política mexicana. Un vestigio ornamental, útil al nuevo partido hegemónico.

En fin, el asunto es que la oposición partidista está desinflada, no existe. ¿Cuál es, entonces, la oposición del gobierno morenista? Existen dos oposiciones, radicalmente distintas. Una es la de los grandes empresarios que se vieron afectados por la llegada de AMLO a la Presidencia, los mismos que tenían el favor del grupo que gobernaba con Peña Nieto, y que fueron sustituidos por los multimillonarios favoritos de López Obrador. Esa es la primera. La otra es la de los desposeídos, los pobres de México que han cobrado conciencia de que la única forma de resolver sus problemas es unirse y organizarse para luchar juntos, hombro con hombro, con sus hermanos de clase. Esta segunda oposición es la que encabeza el Movimiento Antorchista. Contra estas dos fuerzas opositoras, completamente antagónicas, carga López Obrador desde cualquier tribuna que pisa.

Por eso, aunque lo ha repetido hasta la náusea, el Presidente no se cansa de decir que los antorchistas somos una organización intermediaria que le roba dinero a la gente. Consciente de la fuerza popular de Antorcha, AMLO busca desgastarnos de todas las maneras posibles, usando todos los recursos a su alcance. Pero nosotros, a diferencia de lo que pasa con la falsa oposición partidista, no nos tambaleamos con la ventisca que emana la boca presidencial, ni estamos solo de adorno. Nuestros cimientos, la base que nos sostiene y nos da fuerza, son las necesidades y padecimientos del pueblo pobre. ¿Y quién puede parar al pueblo una vez que se ha organizado y está convencido de la causa por la que lucha? Ni siquiera un partido con tanta fuerza, como el de Andrés Manuel, puede hacerlo.

Por nuestra parte, hemos comenzado ya a salir a las calles para exigirle al Gobierno Federal las obras y servicios elementales que demanda el pueblo pobre organizado en Antorcha; no cejaremos en nuestra lucha. Nosotros sí tenemos un proyecto popular y tenemos una fuerza política importante, la fuerza que nos da la unión de más de dos millones de mexicanos dispuestos a luchar. Y que quede claro: nosotros somos la verdadera oposición no porque lo hayamos deseado, sino porque es el papel que nos impone el discurso presidencial. Parece que en este sexenio, más que en otros, los antorchistas tendremos que volcarnos a las calles; al fin, siempre ha sido nuestro elemento. ¡Ahí nos vemos!

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