Recién concluí la lectura del libro No es normal, escrito por la académica e investigadora mexicana Viridiana Ríos, cuya primera edición fue publicada en octubre de 2021.
Advierto que no soy economista y que realizo este comentario desde el punto de vista de un lector interesado en comprender la realidad del país. Pienso que al hacerlo no cometo ningún atropello, porque se trata de un libro de divulgación académica, es decir, escrito de forma amena para hacerlo comprensible al gran público. Aquí algunos datos que considero importantes compartir.
Cada año, el 0.0001% más rico de México paga el mismo porcentaje de impuestos que alguien que gana 9 mil 600 pesos al mes, mientras evade o elude el 68% de lo que debería aportar al país.
La doctora, egresada de Harvard, utiliza análisis cuantitativo de datos, inferencia estadística y estudios de casos para encontrar las causas estructurales de la profunda desigualdad económica y social que existe en México, pues, a pesar de que es rico en recursos naturales y cuenta con una inmensa fuerza laboral productiva, más de 100 millones de mexicanos sufren pobreza o presentan vulnerabilidad; mientras que el 1 % de la población más rica concentra el 56 % de toda la riqueza nacional.
En los últimos dos años (2019-2020), en plena pandemia, la fortuna de los trece mexicanos más ricos creció en 33.1 millones de dólares, al tiempo que 5.4 millones de personas cayeron en pobreza laboral, es decir, que aun teniendo un empleo fijo no tienen posibilidades de costear las necesidades básicas de su hogar.
Uno de los principales mitos que el libro desmonta es aquel de que “México es un país de clases medias”; no es cierto. En nuestro país, la inmensa mayoría de las personas creen ser de clase media por tener un ingreso quincenal superior a los 4 mil pesos, a pesar de que viven endeudadas la mayor parte del tiempo, con problemas para terminar la quincena o de que caerían fácilmente en la pobreza si tuvieran una enfermedad con la cual lidiar en el hogar. México es un país de pobres y “semipobres”.
Para ser clase media se necesita tener ingresos suficientes para satisfacer las necesidades básicas de una familia, así como acceder a una educación y un sistema de salud de calidad, contar con una vivienda digna con todos los servicios, disponer de bienes básicos durables, seguridad social y ahorros para no caer inmediatamente en la pobreza en caso de perder el empleo. Sólo el 13 % de los hogares mexicanos reúnen estas características, cuyos ingresos oscilan entre los 26 mil y 59 mil pesos mensuales, algo que parece un lujo.
Por otro lado, en la punta de la pirámide se encuentra una fracción muy pequeña de la población: sólo 236 mil mexicanos poseen una riqueza superior al millón de dólares; se trata del 0.1 % de los hogares mexicanos. 774 personas poseen más de 50 millones de dólares y únicamente quince superan el billón de dólares: juntos constituyen el estrato de los ricos-más-ricos.
Ese estrato de ricos-más-ricos goza de muchos privilegios, entre los que destaca el que pagan muy pocos impuestos, por lo que su contribución al desarrollo del país es muy baja. Según datos recabados y procesados por la propia investigadora, los mexicanos que pertenecen al 0.0001 % del top de ingresos pagan una tasa de impuestos de apenas el 11.3 % de sus ingresos, similar a la que por ley paga alguien con ingresos de 9 mil 600 pesos mensuales.
Cada año, en México, los más ricos dejan de pagar el 68 % de los impuestos que deberían, a través de la evasión o la elusión fiscal. En el primer caso se trata de una violación legal en la cual se oculta el total de ingresos de una empresa o se hace un falso reporte de gastos o pérdidas; en el caso de la elusión, se utilizan tramposas estrategias contables para disminuir en extremo el pago de impuestos. Así, los más ricos dejan de pagar al fisco cerca de 610 mil millones de pesos anuales.
Además, en México no existe ningún impuesto directo a la riqueza y tampoco a las herencias, que sí existen en otros países latinoamericanos con economías más pequeñas que la de México.
“Con un impuesto de tan solo 1.6 % sobre las fortunas de los trece mexicanos más ricos [de la lista de Forbes] se recaudarían 45 mil millones de pesos… y si ese impuesto abarca al 0.1 % más rico, es decir, los hogares con ingresos superiores a 876 mil pesos al mes, se lograría recaudar más de 114 mil millones de pesos al año, lo que equivaldría a duplicar el presupuesto de prestación de servicios públicos de la Secretaría de Salud” (pág. 142).
La doctora Viri Ríos argumenta muy bien el hecho de que, en México, la propaganda nos ha hecho creer que tenemos un gobierno con mucho dinero y que es despilfarrado, cuando la realidad es que tenemos un Estado famélico, con menos dinero del que debería en comparación con el PIB y con lo que gastan otros gobiernos en el mundo.
“El promedio de gasto en Latinoamérica para beneficio de su gente es de 28 puntos del PIB. El de los gobiernos del África subsahariana es de 26 puntos. México solo gasta 20 puntos del PIB”.
En nuestro país, el gobierno no tiene dinero ni siquiera para financiar servicios públicos que les brindarían mejores oportunidades de vida a millones de mexicanos. México gasta sólo 5 % del PIB en salud, lo mismo que países como Yemen, Honduras o El Salvador, mucho más pobres. A la educación se le destina apenas 3.5 % del PIB, menos que lo que gastan gobiernos como el de Nicaragua, y lo mismo pasa en cuanto a servicios de protección social: México gasta menos que países tan desiguales como Costa Rica.
“No existe un Estado benefactor. Sin embargo, el gobierno es experto en mentir y nos ha vendido la idea de que gasta mucho en los pobres. No hay tal cosa, es una cuestión imaginaria… De hecho, los programas sociales que transfieren dinero en efectivo tienen hoy día un presupuesto de solo 476 mil millones de pesos, es decir, 28 % menos que en 2014. El 10 % de los hogares más ricos recibe 8 % del monto total de los programas sociales; y el 10 % de los hogares más pobres, el 10 %. Casi lo mismo” (páginas 164 y 165).
De tal manera que una de las medidas más insistentes de la investigadora para combatir la desigualdad económica es la creación de impuestos para los más ricos del país y un sistema tributario más eficiente, lo que permitiría un Estado con recursos suficientes para combatir el rezago social y construir sistemas públicos gratuitos de gran calidad, pues no basta solo con elevar el ingreso de la gente para sacarlos de la pobreza ni para construir una amplia clase media.
Dichas propuestas coinciden con los ejes uno y dos del modelo económico propuesto por Antorcha Revolucionaria para cuando seamos gobierno. Hay, sin embargo, una diferencia importante: mientras que en el libro se propone que dichas modificaciones estructurales sean realizadas, de alguna u otra manera, por el mismo Estado neoliberal y por la misma clase política que tanto provecho ha sacado de este, nosotros proponemos una nueva clase social en el poder: la de los trabajadores, organizados y politizados. Para ello, es indispensable la formación de un partido de vanguardia, que forme la conciencia social de esa nueva clase y que dirija, por tanto, la construcción de un México nuevo.
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