MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Los pueblos hacen la historia: Huitzilan de Serdán es otra muestra

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Esa es una verdad irrefutable, aunque ciertamente hay quienes creen que el progreso de los pueblos es obra de grandes hombres que con su inteligencia y sacrificio personal han hecho avanzar a la humanidad.

Es verdad que los pueblos necesitan de sus mejores hijos para que los orienten, los impulsen y luchen junto a ellos, pero jamás el actuar de los pueblos será sustituido por ningún caudillo. Un breve recorrido por los momentos más importantes de la historia de México es prueba de ello.

Fue Tecomatlán donde el pueblo encendió la llama que liberó a un pueblo y le mostró la senda del progreso; luego, la llama de Antorcha alcanzó a Huitzilan de Serdán.

Cuando los aztecas obtuvieron el permiso del señorío de Azcapotzalco para establecerse en el valle, recibieron como territorio un lugar llamado Tizapán, en el que había muchas víboras y abundantes hierbas. Maxtla, señor de los tepanecas, con toda la intención les cedió esas tierras para desalentar a los seguidores de Huitzilopochtli.

Sin embargo, el pueblo azteca, laborioso y acostumbrado a grandes retos, no sólo convirtió a Tizapán en un lugar habitable; también lograron edificar una de las ciudades más importantes del Anáhuac.

Tan grande fue el esplendor que alcanzó que, españoles como Bernal Díaz del Castillo señalaron:

"Y desde que vimos tantas ciudades y villas pobladas en el agua, y en tierra firme otras grandes poblaciones, y aquella calzada tan derecha y por nivel como iba a México, nos quedamos admirados, y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís, por las grandes torres y cuevas y edificios que tenían dentro en el agua".

Como prueba final de la grandeza de este pueblo, los tenochcas se sacudieron el dominio tepaneca, gracias a su valor y entereza y a la dirección de dos de sus mejores hijos: Tlacaélel y Moctezuma Ilhuicamina.

Una muestra más del valor del pueblo que construyó México-Tenochtitlan fue la noche en la que, en medio de la fiesta del Toxcatl, la gente que estaba reunida para danzar y cantar fue asesinada vilmente por la sed del oro. En respuesta, los valerosos guerreros y su querido pueblo, con Cuitláhuac a la cabeza, lograron infringir a los españoles su primera derrota y expulsión de la ciudad.

Aunque la historia de la guerra entre mexicas y españoles y aliados no concluyó satisfactoriamente para los nuestros, no deja de ser este un ejemplo del rol fundamental de los pueblos.

En su lucha por emanciparse de la corona española, el pueblo —constituido fundamentalmente por indígenas— en la guerra para expulsar a los franceses, el pueblo mexicano y su ejército derrotaron al ejército europeo más poderoso de su época y los zacapoaxtlas fueron invaluables soldados; la tiranía de Porfirio Díaz y su régimen caduco encontraron su fin gracias a la acción conjunta de los miles de hombres y mujeres que, cansados de humillaciones, levantaron la voz y la fundieron con hombres de la talla de Zapata, Villa y Flores Magón.

El valor del pueblo y su actuar como agente transformador no es historia pasada, es historia viva, historia presente. Fue Tecomatlán donde el pueblo encendió la llama, llama que liberó a un pueblo y le mostró la senda del progreso; luego, la llama de Antorcha alcanzó al pueblo de Huitzilan de Serdán.

Hace 40 años, cansados de los abusos de aquellos que les habían prometido luchar juntos para cambiar el rumbo de Huitzilan, los habitantes de este poblado enclavado en la sierra norte de Puebla encontraron en el Movimiento Antorchista la alternativa para librarse de quienes los aterrorizaban.

La Unión Campesina Independiente (UCI) degeneró de tal forma que, de combatir a los caciques locales, pasó a convertirse en los nuevos explotadores de los huitziltecos.

Como en otros momentos de la historia de nuestro sufrido México, el pueblo organizado y sus mejores hijos encontraron en Antorcha Campesina no solo la organización que los libraría de sus opresores, también encontraron en Antorcha la organización que enseñaría a los habitantes de Huitzilan la fórmula para progresar que se sintetiza en: organizarse y luchar.

Desde entonces, a pesar de que los enemigos del progreso, los rancios cacicazgos —que ahora están arropados por el partido en el poder— por medio de la violencia han intentado detener el progreso de Huitzilan que, hoy por hoy, se ha convertido en un modelo de progreso.

El municipio cuenta con escuelas de todos los niveles educativos; un hospital que atiende no sólo a los lugareños, sino que da servicio a todos los habitantes de los pueblos circunvecinos y una cooperativa que permite a los campesinos obtener las ganancias justas por la venta del café.

Son estos hechos, entre muchos otros, los que sirven de pruebas contundentes para demostrar que el pueblo organizado, que el pueblo en pie de lucha es capaz de cambiarlo todo y, más aún, es capaz de conseguir paz y progreso para todos.

La sangre de los hijos de Huitzilan no ha sido derramada en vano, la sangre de los campesinos que soñaron con una vida digna ha servido para que las nuevas generaciones de huitziltecos conozcan la paz y el progreso. Que el ejemplo que hoy es Huitzilan sirva para inspirar a otros pueblos, para que también logren una vida digna. Que así sea.

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