MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La indignante manipulación

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Es indignante que, una y otra vez, un día sí y otro también, el gobierno de la República emplee la manipulación como forma de gobierno con el pueblo mexicano. Indigna ver cómo, aprovechándose de la indefensión del ciudadano común, constantemente se le obligue, mediante las mañaneras, a comulgar con ruedas de molino para amoldar la idea de un gobierno honrado, enemigo de la corrupción, comprometido con el pueblo, con finanzas sanas, luchando contra la pobreza, justiciero e impartidor insobornable de justicia y mil etcéteras más.

La realidad refuta en los hechos todas y cada una de estas aseveraciones, pero el manipulador redobla su campaña, no ceja en su intento por evitar que el ciudadano abra los ojos, entienda su realidad y trate de transformarla en su beneficio. Es decir, su propósito no es el engaño por el engaño mismo, sino la manera de someter a la población, de sojuzgarla de la manera más tranquila posible, para poder hacer y deshacer a su antojo con los destinos del país; como una forma de que acepte resignadamente la situación que vive, mientras el manipulador se mueve a sus anchas, hace y deshace sin que ningún partido político intente la menor acción para poner un alto a sus arbitrariedades y abusos. 

Pero estos modos de gobernar deben terminar. Todos los que de una u otra manera juegan el papel de críticos del sistema debemos unirnos en una campaña contra la manipulación, que haga a los ciudadanos abrir los ojos y hacerlos sujetos de cambio; una campaña en la que tratemos de explicarles la realidad tal cual es. No debemos unirnos al grupo de manipuladores que, para conservar canonjías y obtener prebendas, queman incienso al tlatoani en turno. Es esta última, una conducta merecedora de la más enérgica de las condenas, pues, por intereses mezquinos, nos rehusamos a cumplir con el papel histórico de ser los que llevemos al pueblo la comprensión profunda de la realidad que vive. En este intento trataré de poner mi granito de arena, ejemplificando con algunos casos, la campaña de engaños de que somos objeto. 

Para meter a la cárcel a Ricardo Anaya, se usan como instrumentos “legales”, las declaraciones de un testigo protegido o, mejor dicho, comprado por el gobierno y, por ello, al servicio del mismo. Como puede deducirse de la calidad del declarante, sus dichos no merecen ninguna credibilidad y no constituyen prueba fehaciente de ningún delito. Ésta es la realidad. Pero la acción legal que la Fiscalía General de la República ejerce en contra de Anaya se maneja públicamente, como prueba de la lucha constante contra la corrupción y de un combate responsable contra la impunidad. Se arguye que no representa venganza alguna contra el inculpado, porque al presidente López Obrador no se le da ese tipo de conductas y exhorta a Anaya a que no huya, que dé la cara porque “el que nada debe, nada teme”. 

La verdad es que el hecho de prefabricar delitos con testigos a modo es una venganza. ¿Por qué?  Son polvos de los lodos que dejo la campaña presidencial pasada y una forma de impedir la participación a un fuerte enemigo para las elecciones del 2024. En contrapartida, ¿qué se dice del uso de testigos comprados? ¡Nada! Se evita entrar en tema tan escabroso, pero definitorio, manejando valores que, hasta ahorita, el manipulador no ha podido demostrar que los posee: “A mí no se me da la venganza. Yo no soy vengativo. Yo no tengo enemigos”. Las acciones políticas y legales hasta hoy realizadas, son actos que demuestran todo lo contrario. El caso Anaya es un ejemplo de lo aquí dicho.

Dice el manipulador, una y otra vez, que cuando acusa o afirma algo, es porque tienes las pruebas en la mano, buscando demostrar de esa manera que la acusación planteada está sustentada en pruebas irrefutables, libres de dolo, de mala fe, que no son calumnias o falsedades, por lo que la aplicación pronta y expedita de la justicia es correcta y necesaria. Confrontemos estos dichos con la realidad. Como de todo mundo es sabido, el presidente repite hasta el fastidio que Antorcha Campesina recibía moches, que somos huachicoleros, que manejamos recursos de procedencia ilícita, que vivimos de los campesinos, que éramos “dueños de la Sagarpa”, que se tienen cuentas bancarias que amparan millones de dólares, o de pesos, etc., etc., y nunca, ni de chiste, ha presentado la más mínima prueba de su dicho. La falta de argumentos y pruebas para demostrar lo que afirma, anula de golpe todas la cualidades y virtudes que se quiere colgar el manipulador, y deja perfectamente claro que lo que lo incita a calumniar, olvidando todo el decoro que merecemos los mexicanos y a lo que lo obliga su investidura, es el odio visceral, absolutamente irracional, contra una organización cuyo único delito ha sido declarar públicamente, de manera argumentada, su desacuerdo con la política de Morena y de López Obrador. Acusar sin pruebas, lo exhibe como un individuo vengativo, rencoroso, que usa el poder para vengar agravios, que miente descaradamente para justificar su política represiva contra el Movimiento Antorchista Nacional y que aplica la justicia a discreción según de quien se trate. No hay otra.

Es una falacia manejar como prueba de culpabilidad la huida a otros países de algunos personajes, señalados por él como culpables de determinados delitos en la mañanera. La culpabilidad jurídica queda demostrada después de un proceso judicial, por lo que declarar culpables sin previo juicio, asumiendo funciones que no le corresponden, sólo demuestra el abusivo uso del poder, la invasión de funciones de otro poder y su afán vengativo. El huir también sugiere que el aparato judicial en el país no sólo está podrido, sino que ha perdido su independencia para convertirse en un apéndice del gobernante en turno, por lo que ha dejado de merecer la confianza ciudadana para esperar un fallo fincado en la razón y el derecho. Así, los señalamientos presidenciales en la mañanera son ya anuncio inequívoco de que aquel que sea señalado por el dedo flamígero del presidente, será objeto de un juicio totalmente amañado y será un seguro huésped de cualquier reclusorio, para cumplir así la voluntad presidencial. Por eso, no aplica aquí el dicho manejado por el presidente como argumento imbatible, “el que nada debe nada teme”, porque el presidente aplica, sin que nadie ose detenerlo, el dicho “el que me la hace me la paga”.

Ésa es la verdad. Quien dude de esta aseveración, ahí tiene a la maestra Rosario Robles, quien confiándose en que “el que nada debe nada teme”, creyendo en la independencia de poderes y en su inocencia, se encuentra recluida. Y lo está, aunque para complacer al presidente se haya tenido que poner el caso, contra toda imparcialidad, en manos de familiares de Dolores Padierna (enemiga jurada de Robles), la que, con toda impunidad, se atrevió a inventarle una licencia de chofer falsa para poder decretar su formal prisión. La posición del presidente en torno a estos abusos de poder es su total indiferencia. Conformémonos con saber que a él “no se le dan las venganzas”, que “el que nada debe nada teme”, aunque haya quienes ya están en la cárcel y otros estén próximos a ser víctimas del odio obradorista… sin deberla ni temerla.

¿Por qué, “si hay aplicación estricta del derecho”, no se inculpa a los hermanos del presidente, quienes aparecen en varios videos que los exhiben a nivel nacional recibiendo dinero de un alto funcionario del gobierno de Chiapas? Este comportamiento en la aplicación de la justicia prueba que tampoco es cierto que uno de sus preceptos, “no mentir”, sea norma de conducta para el presidente.

Por todo lo aquí narrado, comprobable en cualquier hemeroteca y en el primer diario consultado al azar, queda perfectamente claro que la mayoría de los mexicanos, que son los parias de este país están siendo objeto de una grosera manipulación. Que los ciudadanos estamos aún muy lejos de ser gobernados por un presidente con tantos atributos, que la dura realidad demuestra que las condiciones políticas y sociales para el surgimiento de este tipo de líderes, no han sido aprovechadas para colocar al frente de nuestro destino a un líder surgido del seno mismo de la lucha, que son los únicos y verdaderos adalides de las causas justas y nobles, y no los que surgen por inspiración divina como se ostenta López Obrador. Por eso, “no hay que creer en santos que almuerzan”, pues, como Sancho Panza, estamos en una aplicación de dichos al por mayor.

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