MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El poder político, ¿al servicio de quién?

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Justino Sánchez, habitante de la colonia Granjas México en el municipio de Nicolás Romero, Estado de México, ha trabajado desde que tenía 10 años, hoy tiene 60 y tal como empezó, hace 50 años, su situación económica no ha cambiado; con muchas privaciones ha podido adquirir algunas cosas de las que hoy disfruta, como el terreno en el que está construida su casa, sin terminar; el televisor, refrigerador, cama y un pequeño vehículo de modelo atrasado con el cual se desplaza hacia sus actividades cotidianas sirviendo al mismo tiempo para transportar las herramientas y los materiales que ocupará en su trabajo.

Le hace a todo, albañilería, plomería, carpintería, pintura, limpieza y cuando la situación económica se complica, también ofrece en los tianguis de las colonias aledañas y en la suya propia, la herramienta usada de la que tiene que deshacerse por necesidad y alguna que otra cháchara que pueda servirle a algún otro trabajador como él.

Junto a su esposa Marcela, han pasado privaciones por las dificultades para conseguir trabajo en algunas ocasiones, saben lo que significa estirar el gasto para no quedarse completamente sin comer y para asegurar lo necesario para que sus tres hijos pudieran terminar hasta la secundaria; ya no se pudo más.

Rocío Valenzuela, vecina de la colonia Bosques de la Colmena, del mismo municipio, terminó la licenciatura en psicología y encontró trabajo como docente en una escuela preparatoria, no tuvo que batallar con la compra de una casa, pues habita en la de sus padres, es madre soltera de un niño de 10 años.

A pesar de contar con un empleo que le permite un salario seguro, no ha podido, con lo que gana, acceder a un terreno para construir una casa independiente de la de sus padres que haga realidad los sueños que le inculcaron desde pequeña; estudiar para ser alguien en la vida, para tener dinero, casa, auto, diversiones y comprarse todo lo que quisiera.

Dos ejemplos de una realidad que vivimos todos los pobres; ser de los que más trabajan, con las jornadas más extensas; 2 mil 225 horas al año, de acuerdo con las cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y nuestra condición económica no parece mejorar significativamente, al contrario, en los últimos años hemos recibido el efecto de la inflación con la cual, cada día podemos comprar menos cantidades de productos que necesitamos para nuestra alimentación o de menor calidad para compensar, lo que trae consecuencias directas en la nutrición y en la salud de nuestras familias.

Esta situación, que viven diariamente millones de mexicanos, es tan común que corremos el riesgo de acostumbrarnos a ella y actuar como personas conformistas, que sentimos que algo hemos ganado con sobrevivir este día sin considerar cómo hemos podido hacerlo, a costa de qué, olvidándonos de la calidad de nuestra condición de seres humanos y lo que es peor; olvidándonos del sufrimiento de los demás, del hecho de que no somos los únicos que padecemos estas consecuencias sociales ni los únicos que queremos mantenernos vivos, acceder a los servicios que pueden proporcionarnos una calidad de vida mejor, a la cual tenemos derecho todos.

Si aspiramos a mejorar nuestras condiciones de vida de forma honrada, siempre nos encontramos con reglamentaciones que sólo podemos superar si es que tenemos dinero; no hay más. Por ejemplo, poner un negocio en forma legal, acceder a una especialización en alguna universidad en el extranjero, incrementar la producción de calidad en nuestra pobre parcela y adquirir las herramientas e insumos necesarios para impulsar nuestra pequeña empresa familiar.

Acudimos a la protección de las leyes porque nos han dicho que defienden el derecho de los pobres y nos ayudan ante las carencias y ante el abuso de los poderosos; nos encontramos con la triste realidad; la ley se aplica para mantenernos nos pobres ya que somos los que mantenemos a los ricos con la creación de la plusvalía y además de eso, con la transferencia de recursos que hacemos hacia la parte superior de la estructura social; por ejemplo, si el señor Justino recibe un apoyo social por tener 60 años, además de que lo mantiene cautivo como capital político para que apoye al gobierno morenista actual, el dinero que recibe, producto de los impuestos de todos los mexicanos, unido al de miles de Justinos irá a parar a las grandes tiendas comerciales, es decir, a manos de los grandes empresarios; es así como el dinero de los pobres que recaba y resguarda el gobierno, se va directamente a las manos de los ricos.

La ley permite y garantiza esa transferencia de los fondos económicos que se recaban del pueblo, de la parte del salario de los trabajadores destinada al pago de los impuestos. Por eso, cuando existe alguna amenaza que ponga en riesgo esa transferencia, entonces se deben promulgar leyes especiales que protejan el enriquecimiento de los ya de por sí ricos; por ejemplo, el decreto presidencial que declara asunto de seguridad nacional al Tren Maya y a las otras que el gobierno desarrolla a pesar de que no serán el verdadero detonante de la reactivación económica de nuestro país.

Queda claro entonces, a quién están sirviendo las leyes realmente y la razón es algo simple; hay un grupo de personas  que tiene el poder político y desde esas posiciones están favoreciendo el desarrollo de los negocios de los grandes empresarios, con ello están perpetuando la desigualdad social, la inequitativa distribución de la riqueza y por tanto favoreciendo el desarrollo de la pobreza, es decir,  el sufrimiento, hambre, enfermedades, mala educación, falta de atención médica, desempleo y inaccesibilidad a la seguridad social de millones de mexicanos.

Debemos, por tanto, aceptar que mientras el poder político no lo tengamos los pobres, las leyes se seguirán utilizando para beneficiar aún más a los ricos, y de lo que se trata es de que estén al servicio de la mayoría trabajadora, o sea, del pueblo. Aunque el grupo que hoy está en el poder tenga la impresión de que están cumpliendo con el imperio de la ley para ayudar a los más desprotegidos, en realidad, son los ricos los que están utilizando al gobierno actual para continuar obteniendo grandes ganancias.

Por esas razones, si en realidad se quiere cambiar la vida de todos los millones de Justinos y de Rocíos que forman parte de todo el conjunto de los trabajadores de nuestro país, debemos organizarnos y luchar por el poder político. El pueblo debe constituirse, sin demagogias ni engaños, en un partido político que trabaje y vigile por los verdaderos intereses de la gente humilde, la que día tras día tiene dificultades para acceder a mejores oportunidades de vida; esa es la única garantía para hacer una mejor distribución de la riqueza social.

El Movimiento Antorchista Nacional invita a todos los mexicanos sensibles, a quienes lastime el dolor de los que sufren por las carencias y los abusos, a quienes hoy tengan que defender sus derechos ante el embate de los poderosos de este país, a organizarse y luchar para construir una sociedad más equitativa.

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