El pasado 5 de agosto, salió a la luz un estudio presentado por el CONEVAL en donde analiza la evolución de la pobreza y la pobreza extrema en el periodo de 2008 a 2018. Este estudio arrojó datos alarmantes: en una década, aunque el número de pobres ha disminuido en términos relativos de 44.4 % a 41.1 %, en términos absolutos el número de pobres aumentó de 44.4 a 52.4 millones de pobres y el número de mexicanos en pobreza extrema paso de 12.3 a 9.3 millones de mexicanos. El asusto es trascendente en muchos sentidos, por las implicaciones políticas y sociales que tiene. Una pregunta evidente que puede darnos algo de luz sobre el trasfondo del problema salta a la vista: ¿cómo se mide la pobreza en México y que consecuencias tiene?
El conocimiento preciso y profundo de los fenómenos sociales como la pobreza, se ha vuelto una necesidad ineludible ante la creciente desigualdad en nuestro país y en el mundo entero, y las desastrosas consecuencias que acarrea para toda la sociedad como la inseguridad. No basta con aceptar el hecho innegable de que la pobreza es algo real y perfectamente tangible, que en sus formas mas duras es evidente a los ojos de todos y que millones de mexicanos la padecen; es indispensable dimensionar el fenómeno en extensión y profundidad, medir sus manifestaciones más acusadas, identificar demográfica y geográficamente de manera precisa el fenómeno, para que su estudio resulte fructífero y sacar de este conocimiento las conclusiones correctas y las políticas públicas adecuadas.
La naturaleza de los fenómenos muchas veces impone la forma en que se les mide y otras la convención. En el caso de los fenómenos sociales, algunos de ellos resultantes de los antagonismos de clase, y al mismo tiempo inmersos en el mar de intereses económicos y políticos presentes en toda sociedad; la medición de los mismos, y en particular de fenómenos como la pobreza o la desigualdad, se halla condicionada por estos mismos intereses. Por su naturaleza un tanto "inaprensible", la herramienta más adecuada que se ha encontrado para poder medir al fenómeno de la pobreza, aunque sea de manera indirecta, es mediante el auxilio de encuestas y censos, y los indicadores estadísticos que la sistematización y el estudio de los datos arroja.
En México, la medición de la pobreza es reciente (desde 2001 se ha intentado sistematizar su medición), el encargado de llevar a cabo estos estudios es el CONEVAL con las estadísticas que proporciona el INEGI. El CONEVAL, por mandato legal, es el encargado de evaluar la política social en nuestro país y los estudios necesarios para ello como los relativos a la pobreza. En función de la conceptualización que se tenga sobre lo que significa ser pobre se lleva a cabo la medición del fenómeno y se escogen los indicadores adecuados. De acuerdo con la concepción neoliberal de la economía, hay quienes sostienen que el ingreso es lo que permite al individuo adquirir bienes y servicios que le permitan satisfacer de manera óptima sus preferencias como consumidor y le brinden la máxima utilidad; la pobreza es, por tanto, la incapacidad de las personas de obtener satisfactores por falta de un ingreso suficiente. La medición adecuada para la pobreza, de acuerdo con esto, seria medir el ingreso de las personas mediante encuestas de ingresos y en función de su capacidad para adquirir la "canasta básica" clasificarlos en "líneas de pobreza" como "pobres extremos", "pobres moderados", etc. Esta medicion unidimensional de la pobreza resulta insuficiente y se ha tratado de mejorar tomando en cuenta otros aspectos. El otro componente del indicador de pobreza en nuestro país son las "carencias" que toman en cuenta los siguientes indicadores: rezago educativo promedio en el hogar, acceso a los servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, acceso a los servicios básicos en la vivienda, acceso a la alimentación, grado de cohesión social, grado de accesibilidad a carretera pavimentada. Juntando estas dos visiones una persona se considera pobre según el CONEVAL, cuando no cuenta con ingresos suficientes para adquirir una canasta de bienes y servicios y además no puede ejercer al menos uno de los derechos sociales antes mencionados.
Varias consecuencias tiene esta forma de estudiar y entender el fenómeno y los indicadores de pobreza que su forma de medir arroja. En primer lugar, pareciera que la pobreza es algo atípico y casual; una simple "falla del mercado" a la qué hay que atender en sus manifestaciones de forma aislada. Si, por ejemplo, el indicador de vivienda marca que el número de pobres aumenta por carecer de este derecho o por la calidad del mismo, mediante programas de apoyo a la vivienda se trata de incidir en el indicador en específico que influye en la estadística oficial de pobreza, aunque estos apoyos sean totalmente simbólicos e insuficientes y lo mismo sucede con el tratamiento a la pobreza extrema y la pobreza por ingresos, la solución que se ha tratado de presentar como mágica son las transferencias monetarias directas que también inciden sobre uno de los indicadores de pobreza sin que impacten de forma real en la situación miseria en la que millones de mexicanos se encuentran (el gobierno actual parte de la explicación errónea de que la pobreza es culpa de la corrupción, d que os apoyos no se entregaban completos, etc.sin alcanzar a ver lo insuficiente y parcial de estos apoyos en el combate a la pobreza) . Dos indicadores permanecen prácticamente inalterados y que explican en parte por que no ha cambiado las cifras y las altas probabilidades de que en conjunto la estadística de pobreza permanezca invariable: el salario y el acceso a la seguridad social (mas de 70 millones de mexicanos no tienen acceso a la seguridad social) estos dos indicadores reflejan el carácter estructural del problema y dicen claro que sin tomar en cuenta la desigualdad y la concentración absurda de la riqueza como parte fundamental del problema de la pobreza, el combate a la misma se seguirá quedando en buenas intenciones y lo mas probable y peligroso es que se siga profundizando.
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