MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

AMLO, el poeta del insulto

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“¿Qué dosis de verdad puede soportar el hombre?

Nietzsche.


El control algorítmico de nuestras mentes nos tiene tan acostumbrados a mensajes visuales de unos cuantos segundos y nos ha alejado, cada vez más, de ejercitar la capacidad de abstracción, distintiva del hombre, y también de la reflexión, misma que debemos defender.

Me propongo escribir dos o tres artículos más generales sobre esa capacidad de abstracción y reflexión. Ojalá los lean y les sean útiles a los estimados lectores. Aquí va el primero. 

La verdad es siempre revolucionaria; este apotegma es aceptado, sin discusión, por las izquierdas y los hombres progresistas, pero poco se reflexiona sobre él y su aplicación concreta en la actuación de los personajes públicos y de los hombres en general. 

¿Realmente es revolucionaria la verdad? Sostengo que sí, porque si la verdad es el reflejo correcto de la realidad objetiva; es decir, del transcurrir de los hechos independientemente de la conciencia del hombre, entonces, necesariamente, será revolucionaria. 

Desde el siglo XIX y más aún desde el siglo XX ha quedado claro que el mundo, la sociedad, el pensamiento humano y sus creaciones se mueven en eterno desarrollo y cambio, algo que Federico Engels sintetiza en la frase: “Todo lo que nace, merece perecer”. 

De aquí se deduce que, si queremos formarnos una idea correcta del mundo real, trátese de la dimensión física, social o sicológico, debemos hacer un esfuerzo intelectual y práctico de investigación de esa realidad, el cual solo puede tener éxito si va acompañado de honestidad intelectual y de consecuencia o valentía personal.

Quien quiera conocer la realidad no debe tener miedo ni retroceder, en caso de que las conclusiones difieran y hasta refuten la visión o las conclusiones que quizás el investigador tenía previamente en su cerebro. Esto vale tanto para la ciencia como para la política, que también es una ciencia, lo mismo que para toda actividad humana

Algo más, si no se descubre en los fenómenos la verdad, se vuelve imposible transformarlos en el  sentido que el ser humano lo requiere, pues solo el conocimiento verdadero  permite la utilización práctica de esos conocimientos para transformar el mundo de acuerdo con los intereses de los hombres.

Dado el carácter revolucionario de la verdad, esta se ha abierto paso a través de penalidades y de  ataques de los beneficiarios del statu quo de diversas épocas: Sócrates, Hipatia de Alejandría, Galileo Galilei, Servet, Giordano Bruno, fueron mártires que perdieron la vida; Marx y Darwin sufrieron uno destierro y otra la burla y la mofa mundial por sus descubrimientos que revolucionaron las ciencias sociales y naturales, es decir, les dieron el carácter de ciencias, como modernamente las concebimos. ¿Y en el plano social? No ha habido transformador social, grupos sociales, y aún clases y grupos humanos enteros que no hayan recibido, de parte de los beneficiarios del poder, lo contrario de la verdad, es decir la calumnia, como la más efectiva arma de ataque y desprestigio.

Por lo que podemos afirmar que, si la verdad es siempre revolucionaria, a contrario sensu, la mentira y la calumnia son necesariamente reaccionarias, contrarrevolucionarias. Así lo demuestra la historia.

Recuerde el lector cómo la conquista y avasallamiento de México por el imperio español tuvo como base la gran calumnia de presentarnos ante el mundo como un pueblo salvaje, casi animalizado, al que era necesario someter por la violencia para evitar que cometiéramos actos de canibalismo, negándose el alto desarrollo que alcanzaron las culturas nativas en diversas ramas, porque no convenía reconocerlo a los conquistadores; o las calumnias a que fueron expuestos los grandes independientes, como Hidalgo o Morelos; o  el gran Lenin,  quien fue acusado por el gobierno provisional de Rusia de ser agente de Alemania, por citar ejemplos de todos conocidos.

Hago estas reflexiones porque en los días que corren, que son de transformaciones revolucionarias, a decir de los capitostes de la 4T, el insulto y la calumnia se han entronizado como el recurso predilecto del régimen, no para debatir con sus adversarios, sino para descalificarlo, para destruirlo, para concitar contra él la ira de los seguidores y, muchas veces, para utilizarla como preludio a ataques legales; es decir, fabricación de delitos y campañas mediáticas de linchamiento que suelen derivar en amenazas, acoso y hasta agresiones físicas en contra de los señalados por el dedo flamígero del gran calumniador.

Sobre el insulto, ya en el temprano 2018, el poeta Gabriel Zaid, llamaba a Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el poeta del insulto, y le enlistaba en su artículo con ese nombre, en orden alfabético, los insultos utilizados por él para descalificar a sus oponentes: empezaba con achichincle y terminaba con zopilote, pasando por huachicolero, piltrafa, ñoño, pelele, títere, mugre. 

Al propio Zaid lo llamó acarreado en respuesta a su artículo. Gabriel Zaid, Antonio Lazcano, Roger Bartra, por mencionar sólo algunos, y actualmente Eugenio Derbez, Rubén Albarrán, por mencionar otros, ninguno de ellos, digo, merecen, para el gran insultador y calumniador del palacio nacional, ser considerados seres pensantes, críticos e independientes, ¡no! Todos en bola no son sino viles mercenarios, intelectuales o artistas pagados, al servicio de los conservadores que extrañan los privilegios que antes tenían y, por tanto, todo lo que digan debe ser descalificado de antemano. Tal es el expediente que se le aplica a toda crítica y pensamiento independiente en el púlpito presidencial.

Se trata, pues, de un nuevo macartismo, tropical, que no tolera ningún pensamiento independiente, mucho menos disidencia, oposición o protesta, y en el cual se gobierna –otra vez Zaid- con la dedocracia. Lo que diga mi dedito.

Y del mismo modo que López Obrador se siente con el derecho de insultar a todo el que se le ocurra, amparado en la autoridad moral que cree tener sobre todos los mexicanos; de igual manera, lanza las calumnias más terribles, las acusaciones más temerarias, sin sentirse obligado a probar nada. 

Basta y sobra el argumento de su autoridad, que debe acatarse como artículo de fe. El magister dixit de la edad media, se ha sustituido en el México del siglo XXI por el Obrador dixit. ¡He ahí la Cuarta Transformación en el terreno del pensamiento crítico! 

Nos hemos retrotraído a un escolasticismo no basado en Aristóteles, sino en un personaje que ignora casi todas las ciencias y que muchas veces sustituye el pensamiento lógico por el pensamiento mágico.

Hago estas reflexiones, porque en el mes de marzo, una vez más, Andrés Manuel López Obrador volvió a calumniar al Movimiento Antorchista en dos eventos públicos; acusó a la organización de haber recibido dinero de la Sedesol, en el anterior gobierno, por 20 mil millones de pesos anuales, afirmación que hizo, como acostumbra, sin aportar ninguna prueba, sino pensando que el público debe creerle por su pretendida autoridad moral. Obrador dixit.

El secretario general del Movimiento Antorchista, Aquiles Córdova Morán lo desmintió y lo conminó, como siempre, a ofrecer las pruebas, pero no hubo una respuesta, como ha acontecido en cada calumnia recurrente por parte del mandatario federal. 

¿Qué es lo que realmente ocurre, en este y otros casos similares? Que Antorcha tiene una posición independiente, razonada, argumentada, sobre cada problema que pasa en el país. Antorcha defiende siempre los intereses de los más pobres de México, y esa posición, en más de una ocasión, no ha sido coincidente con la del gobierno de la 4T, el que dice que primero los pobres, pero es a los que primero ha traicionado y hundido más en la pobreza. 

En el Movimiento Antorchista nunca hemos callado, por temor o por interés mezquino, nuestros puntos de vista, en los cuales buscamos la verdad sobre los males que aquejan a los mexicanos. Y esa posición valiente, arriesgada, honesta de buscar respuestas a la problemática nacional y exponer nuestras conclusiones, nos ha valido ser considerados por la 4T, como uno de los grupos que debe ser blanco constante de ataques de todo tipo, incluyendo, como uno de los favoritos, la calumnia.

Se trata de quebrarnos moral y anímicamente y, desde luego, de restarnos apoyo popular, a través de las calumnias. Por ello, las calumnias continuarán mientras nosotros nos mantengamos fieles a nuestro ideario y no claudicaremos en la lucha a favor de los más pobres.

Por eso, tengamos presente siempre, ante cada calumnia que nos lancen, que la verdad es siempre revolucionaria y que, en contrapartida, la calumnia y el insulto, son el arma favorita de los enemigos del progreso social y de las clases trabajadoras.

Recordemos también que para que la verdad histórica se imponga, es necesario que las masas trabajadoras la reconozcan, la hagan suya y se decidan a hacerla valer a costa de lo que sea.  Continuemos pues, cada día con más firmeza nuestra labor de difusión de la verdad y, a través de ella, de educación y de organización de los oprimidos de siempre. Que así sea.

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