Desde mi punto de vista, en un país como el nuestro, el Estado (cuya parte más visible la constituye el gobierno), dentro del sistema de producción o forma en que se organiza para el trabajo la sociedad capitalista, no puede dejar de representar los intereses de la clase económica poderosa, es decir, no puede renunciar voluntariamente a su naturaleza de Estado capitalista o a estar en manos de los dueños del capital.
El Estado de bienestar fue creado para evitar que el ejemplo del Estado socialista surgido de la Revolución de Octubre en Rusia —con Lenin al frente— atrajera a los trabajadores del mundo, gracias a su éxito en la producción y la distribución planificada de la riqueza.
Por eso, aun el Estado de bienestar o benefactor, inventado por el imperio después de la gran crisis económica de 1929, sigue siendo un Estado capitalista. Este, preocupado por evitar que el triunfo y el ejemplo del Estado de los trabajadores nacido de la Revolución de Octubre en Rusia, dirigida por el Partido Bolchevique a cuya cabeza se encontraba Vladimir Uliánov (Lenin), conquistara el corazón de su proletariado y del mundo por el gran desarrollo experimentado en la producción y los magníficos resultados de la distribución planificada en beneficio de todos, cundía por doquier. O sea, el Estado de bienestar equivalía a aflojar un poco la soga que se encontraba muy apretada alrededor del cuello de los trabajadores mediante una intervención —limitada, es cierto— del gobierno en la economía.
Tal intervención se hacía presente aplicando medidas como la elevación de los salarios, el reconocimiento de derechos laborales y sociales como los de la salud pública, la vivienda, etcétera, y el respeto al derecho de libre organización; siguiendo la receta económica de incentivar la demanda de bienes con la idea de obligar a los productores a emparejarla mediante la oferta suficiente de productos, con lo cual abarataban los precios haciendo llevadera la vida de las clases media y pobre, evitando arrojarlas a los brazos de los partidarios de la repartición justa y equitativa de la riqueza social mediante la construcción de una sociedad muy desarrollada económicamente que, al satisfacer las necesidades de todos, quedara sin condiciones para la división en clases sociales.
Esta forma de gobierno estuvo vigente por muchas décadas en los países capitalistas, con distinto matiz, hasta que, vista su oportunidad, ante la caída momentánea del mundo socialista encabezado por la URSS, se quitó la máscara el capital y volvió a jalar con todas sus fuerzas de la cuerda para suspender en el aire por el cuello a las masas trabajadoras del mundo y extraerles toda la ganancia, toda la plusvalía que fueran capaces de producir, se encontraran estas donde se encontraran, entrando incluso por la fuerza a mercados y fuentes de materias primas que antes se les negaron por pertenecer a otras culturas y contar con otras costumbres, tales como los pueblos del Medio Oriente, imponiendo por la fuerza económica y militar a todo mundo el neoliberalismo.
Entre sus características de capitalismo salvaje cuenta con la desregulación total del mercado, dejando a las masas a su suerte, mediatizadas con teorías como las de la mano invisible que equilibra todo en el mercado y la del goteo, que sostiene que si les va bien a los de arriba, también les tocará su buena parte a los de abajo. Pero al ser capitalismo rapaz y despiadado, y estar dando muestras de agotamiento como modelo económico, reflejo del agotamiento estructural de todo el sistema, el neoliberalismo cayó en el repudio de las masas. Por eso ahora los gobiernos, como los de la 4T, aunque lo sean en los hechos, se deslindan de él de palabra y buscan acciones tendientes a despistar a la gente vestidos de seda.
Un ejemplo claro de Estado benefactor aquí fue el periodo cardenista, con la expropiación petrolera, el reparto de las tierras ejidales, la creación de centrales obreras y campesinas, etcétera, y sin embargo hoy, a pesar de todo eso, el pueblo sigue siendo pobre, muy pobre, y sigue pasando hambre, vive sin salud, sin vestido, sin vivienda, sin tierra, sin agua ni luz, sin trabajo, sin salarios remuneradores, etcétera. ¿Por qué? Porque sigue haciendo falta un gobierno en el cual esté a la cabeza la clase trabajadora como clase, que ponga el aparato económico, los medios con los que se trabaja y produce, en manos de toda la sociedad para que esta avance en su conjunto.
Hace ya cincuenta años que el Movimiento Antorchista nació con la finalidad y compromiso de luchar contra la pobreza en México hasta acabar con ella, y se ha mantenido sin variar ni una milésima. Por eso nunca ha estado en contra de los apoyos que los gobiernos pueden y deben realizar en favor de la gente. Incluso ha encabezado siempre su lucha por la solución de demandas inmediatas, en el entendido de que es obligación y no gracia del gobierno, del signo que sea, resolverlas, y derecho de los ciudadanos el que se les resuelva, debido a que son los que aportan el dinero a través de sus impuestos.
Pero una cosa es el apoyo en sí y otra cosa distinta es el uso que muchas veces se les da, puesto que ahora la 4T los condiciona a múltiples cuestiones, por ejemplo, aquella de que sólo sea atendida la iniciativa de tipo personal tanto en la gestión como en la realización bajo el pretexto de “eliminar intermediarismos” (nótese la exaltación del individualismo como filosofía del capitalismo), y no de manera colectiva; prácticamente diciéndole al posible beneficiario: déjate agarrar solito, sin compañeros, sin líderes y sin organización (a pesar de ser este un derecho de todos los mexicanos claramente establecido en la Constitución).
Por eso los pobres deben entender que eso es una navaja dentro del pan y no deben dejarse sobornar, pues de lograr el gobierno su objetivo de acabar con el espíritu de organización de los pobres, sería acabar con la única arma que tienen estos para defenderse realmente de los abusos y arbitrariedades que sufren a diario por parte de quienes detentan el poder o de quienes tienen, aunque sea, unas pocas más de posibilidades para irla pasando, pues el número no basta si está desunido y desorganizado.
Y deben saber que la 4T, en la modalidad que sea, no llega, ni de lejos, a Estado benefactor, sino que sigue siendo pan con lo mismo, vil liberalismo, sólo que ahora disfrazado con apoyos dados “directamente” a cambio de que los pobres no se organicen, de seguir votando por ellos en cuanta elección se les ocurra; a cambio de los beneficios que antes había más efectivos pero menos espectaculares, etcétera.
Antes tampoco estábamos bien, simplemente estábamos menos peor. Pero ahora se trata de revolucionar la vida de los mexicanos hacia adelante, para tener todo lo que necesitan para poder vivir toda una vida mínimamente decorosa como seres humanos, a la que tenemos derecho y merecemos porque producimos la riqueza social. Se necesita revolucionar las conciencias. Necesitamos saber, para transformar.
Mientras tanto, diga si no, aquí estamos: sin salud tipo Dinamarca, sin gasolina de diez pesos, sin vivienda millones de mexicanos, sin empleo formal la mayoría, reprobados en educación, ciencia y tecnología, dependiendo en todo del exterior por no poder producir lo que necesitamos. Eso es lo que tenemos, más no lo que debemos tener.
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