MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Un mundo multipolar favorable a los trabajadores de todo el mundo

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A los antorchistas y a todos los mexicanos honestos que vivimos de nuestro trabajo y queremos ver progresar no sólo al país en general, sino a nuestras familias y que nuestros hijos puedan forjarse un futuro mejor, nos debe interesar lo que está pasando en las relaciones internacionales.

México está inmerso en esas relaciones internacionales: de ellas depende el desarrollo del país y, por lo tanto, el nuestro, el de cada uno. Es decir, no podemos pensar que lo que pasa en el mundo no es asunto nuestro ni nos afecta, ni debemos pensar que, aunque sí nos afectará, nosotros humildes wíiniks no podemos hacer nada. Porque en realidad sí podemos y debemos hacer algo.

Los antorchistas, los que nos hemos organizado en Antorcha, somos los mexicanos más humildes y trabajadores, los que más hemos sufrido la marginación, el abandono y la mentira de nuestros gobernantes; los que sentimos día a día los estragos de la pobreza y de todos los males que genera: hambre, ignorancia, inseguridad, angustia y dolor ante las enfermedades y la impotencia para dejar de sufrir todos estos males, etcétera.

Somos los más preocupados en los lugares en donde vivimos por hacer algo para mejorar nuestras condiciones de vida, y por ello nos hemos organizado y luchamos.

Ahora nos toca comprender, por lo menos de manera general, lo que está pasando en esas relaciones internacionales; cómo nos afecta y qué podemos o debemos hacer. En este caso, compañeros antorchistas y amigos, debemos comprender a qué se refieren los que hablan de la oposición entre el mundo “unipolar”, que nos domina actualmente, y la propuesta de algunas naciones por instaurar un modelo “multipolar”; qué son, cuál es el modelo que nos conviene a nosotros como nación y qué debemos hacer.

Un modelo unipolar se refiere al dominio de un modelo económico y político, bajo el auspicio y vigilancia de una sola nación o grupo de naciones poderosas, modelo al cual se deben alinear TODAS las demás naciones, ayudadas (más bien sometidas) por las instituciones internacionales que regulan esas relaciones.

Recordemos brevemente que después de la segunda Guerra Mundial, el mundo quedó dividido en dos grandes grupos principales de naciones: los países capitalistas unidos en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), alineados con Estados Unidos e Inglaterra a la cabeza, por un lado, y por el otro las naciones del Pacto de Varsovia, los países socialistas encabezados por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

TODAS las naciones del mundo podían y debían decidir sus relaciones con alguno o ambos bloques, aunque también surgió un tercer grupo de “países no alineados”. Todos en realidad dependían más o menos de uno u otro bloque, porque no puede ser de otro modo: ninguna nación está aislada de las demás ni es autosuficiente, como si fuera una isla separada del resto del mundo.

La competencia entre estos dos modelos terminó con la caída del Muro de Berlín, el fin del Pacto de Varsovia en julio de 1991, y la disolución de la URSS por conspiraciones del bloque occidental y la complicidad de Mijaíl Gorbachov.

Además, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, el mundo había “aceptado” el uso de la moneda estadounidense como dinero mundial, y poco después, como única divisa para el comercio del petróleo.

Una vez que se disuelve el bloque socialista, el mundo entra a una etapa de dominio hegemónico del modelo capitalista, y los millonarios beneficiarios de este se convirtieron en amos y señores del mundo, con la posibilidad de hacer lo que les diera su gana.

Son esos oligarcas los que deciden qué sucede en el mundo; no son siquiera las naciones. Es decir, aunque se dice que este nuevo modelo unipolar está dominado por los Estados Unidos, en realidad nos referimos a estos oligarcas.

El pueblo estadounidense es el más endeudado del mundo, pero es el pueblo trabajador quien paga a los oligarcas, en beneficio de quienes se diseñan todas las políticas internacionales.

El pueblo estadounidense es el más endeudado del mundo, pero es el pueblo trabajador quien paga deuda e intereses a los oligarcas (que no son sólo gringos), en beneficio de quienes se diseñan todas las políticas internacionales.

Por eso cuando un país solicita un préstamo al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial (BM), todos los acuerdos se diseñan para enriquecer a los oligarcas a costa de los pueblos trabajadores del mundo, de los países deudores. 

El mundo se convirtió en tierra de conquista para esos oligarcas a través de capitales, préstamos, acuerdos económicos, etcétera, que favorecen a los grandes millonarios del bloque occidental en contra de las naciones débiles y dependientes.

El resultado es el crecimiento de la capacidad productiva, del comercio, etcétera, pero también de la desigualdad, de la pobreza, el hambre, la enfermedad y la opresión. Para quien no se deje explotar dócilmente, la intervención, la instauración de dictaduras criminales e inhumanas, la guerra, el asesinato, el fascismo, y la mentira.

En esta etapa, que es lo que se llamó un mundo unipolar, el mundo entero es territorio de oligarcas; es el coto de caza, su propiedad, en la que pueden explotar a los trabajadores en beneficio de un puñado de privilegiados. Eso es el capitalismo; ese es su legado ahora que tiene el dominio del mundo, y no tiene más que ofrecer a los pueblos, a los trabajadores, sino cadenas y sometimiento, sangre y muerte.

Ese es el “paraíso capitalista” con su propia superestructura que le garantiza conservar su dominio; imposibilitar que otra nación se desarrolle de manera independiente —no controlada por ellos—, e impedir que se levanten y le desafíen en su dominio del mundo.

Pero el desarrollo de las naciones no se pudo detener, y hoy las nuevas potencias desafían ese dominio. No para peleárselo, no para una nueva repartición del mundo, sino para exigir un modelo internacional que reconozca la identidad de las culturas y de las naciones, y permita el desarrollo propio de cada nación, de manera independiente y soberana.

Estas relaciones, proponen las potencias emergentes, no deberían basarse en posiciones de dominio y sometimiento, sino de ayuda mutua, de mutuo beneficio y con respeto a la soberanía de cada una. Esta propuesta es la que se ha llamado un mundo multipolar.

Los buitres del capital, por supuesto, no quieren soltar el látigo y lo ondean amenazante; acompañado del detonador de sus misiles.

Los acontecimientos internacionales más recientes no se pueden entender sin este marco de referencia; sin entender la lucha entre los amos del mundo que le someten por todas las vías y quieren conservar ese dominio a costa de lo que sea sin piedad alguna.  Las potencias emergentes luchan por acabar con ese sometimiento y por instaurar un mundo más justo, más equitativo y más humano.

Ahora díganme ustedes, compañeros antorchistas, amable lector que se ha atrevido a leer hasta acá esta humilde opinión, nosotros los trabajadores de México, y los de las demás naciones, ¿qué modelo debemos apoyar?

Antorcha se pronuncia claramente en apoyo a un mundo multipolar, porque ese es el modelo que beneficiaría a los más humildes y el que más se acerca, en las actuales circunstancias, a una sociedad más justa para todos, que es por lo que existe y lucha Antorcha Campesina.

 

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