El gobierno de la 4T aseguró que sus programas sociales y becas permitirían cerrar la brecha histórica en materia de acceso a la educación. Sin embargo, los datos más recientes muestran una realidad mucho más dura: lejos de disminuir, el rezago se ha profundizado en distintos sectores de la población.
Más de seis millones de jóvenes en edad productiva no han concluido la educación básica ni media superior, reflejando el agravamiento del rezago educativo en México.
De acuerdo con cifras del Inegi y del Coneval, en 2016 había poco más de 22 millones de personas con rezago educativo. Para 2024, la cifra ascendió a 24.2 millones, es decir, casi dos millones más. El porcentaje de la población en esta condición pasó de 18.5 % a 19.4 %.
El dato resulta aún más preocupante si miramos a los jóvenes: entre 2016 y 2024, los mexicanos de entre 18 y 29 años con rezago escolar pasaron de 3.9 millones (17 %) a 6.6 millones (28 %). Esto significa que más de una cuarta parte de los jóvenes en edad productiva no concluyeron la educación básica o media superior.
La desigualdad es evidente. Entre la población indígena, 36 % sufre rezago educativo y entre quienes hablan una lengua originaria, el porcentaje se eleva a casi 47 %. En estados como Chiapas y Oaxaca, la situación empeoró entre 2022 y 2024; en Chiapas, por ejemplo, el rezago creció de 31.1 % a 34 %.
Estos números reflejan que, aunque las becas Benito Juárez llegan a millones de estudiantes, no han sido suficientes para revertir décadas de abandono en comunidades donde además faltan maestros, infraestructura escolar, conectividad a internet y servicios básicos.
Uno de los niveles más afectados es la preparatoria. En el ciclo escolar 2023–2024, alrededor de 430 mil estudiantes abandonaron la escuela, lo que representa una tasa de 8.1 % de deserción. Esta cifra se traduce en cientos de miles de jóvenes que difícilmente retomarán sus estudios y que engrosan las filas del desempleo informal.
Es cierto que entre 2018 y 2023 hubo aumentos en la cobertura educativa: en el nivel medio superior pasó de 66.6 % a 81.8 % y en educación superior de 38.4 % a 43.8 %. También se implementaron programas de alfabetización y se construyeron nuevas preparatorias en zonas marginadas.
Sin embargo, estos logros conviven con la otra cara de la moneda: más jóvenes en rezago, menor movilidad educativa y abandono creciente en niveles clave. En otras palabras, las cifras muestran avances cuantitativos en matrícula, pero no en permanencia ni en calidad educativa.
El rezago educativo en México durante 2024–2025 no puede explicarse únicamente por “la herencia del pasado” ni por la pandemia. Se trata de un problema estructural en el que convergen pobreza, desigualdad territorial y políticas públicas que, aunque bien intencionadas, no atacan la raíz del problema.
Si el Estado mexicano no invierte de manera seria en infraestructura escolar, conectividad, capacitación docente y políticas de largo plazo, el rezago educativo seguirá aumentando. Y con él, se ampliará también la brecha de desigualdad social.
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