MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Palestina: la explicación oficial del genocidio

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El genocidio en Gaza es desgarrador y el capitalismo de occidente no hace nada para frenarlo. Es más, justifica y apoya al gobierno de Benjamín Netanyahu en Israel proporcionándole armas de destrucción masiva, entregándole millonadas para que no le falte dinero en la campaña que somete —por la fuerza de la muerte— a un país entero, abriéndole los espacios necesarios en la prensa mundial para que se hable bien de los homicidas y se condene a los asesinados —como en las campañas de terror que tanto le gustan a la democracia occidental para deshacerse de los enemigos— y un gran despliegue de basura distractora en las redes sociales mundiales para que la gente se la pase viendo tonterías.

Estas acciones encajan exactamente con la definición de genocidio de la ONU, que habla de actos cometidos con intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico o religioso, mediante asesinatos o lesiones graves para aniquilar o impedir nacimientos.

Hoy presenciamos la destrucción completa de Palestina y parece que es normal. Ayer fue Irak, Afganistán, Siria y muchos otros. Ya hay la amenaza contra Venezuela. Y se permite, porque así funciona el mundo del mercado, en la apropiación de los recursos naturales y de la plusvalía que genera la fuerza de trabajo de la humanidad. ¿Y? No hay capitalismo bueno.

No hay imperio bondadoso. Cuando se trata de la apropiación de la riqueza, el capital arrasa con lo que tenga que arrasar: ahí no existe lo bueno o lo malo, existe lo necesario.

¿Queremos que dejen de matar niños en Gaza y en el mundo entero (también en México los matan con hambre, insalubridad o en el trabajo)? Cambiemos de modelo económico. ¿Queremos que dejen de bombardear las ciudades y hacerlas añicos, como una forma de dominio de un pueblo sobre otro? Cambiemos de modelo económico.

¿Queremos que se acabe con la pobreza y la miseria en que vive el 99 % de la humanidad? ¡Urge el socialismo! El capital no va a cambiar, ni a mejorar. Al contrario, en su fase imperial y de decadencia es capaz de exterminar a la humanidad entera si fuera necesario, ¿no es para eso para lo que se han creado las bombas atómicas? 

Pero hay una salida y la salida es la unión y educación de los trabajadores del mundo. Ya lo dijeron Marx y Engels: “Proletarios de todos los países, uníos”.

Aunque se burlen y nos digan soñadores, les respondemos: lo haremos, cambiaremos el país y dejará de haber propiedad privada de los medios de producción. Mientras tanto, no está de más que el mundo se una a las marchas contra el genocidio en Palestina, que escriba en la prensa contra el capital, que se sume a las voces en las redes sociales condenando los crímenes de los países que se erigen como los dueños del mundo desde la caída del Muro de Berlín y que son quienes deciden qué es lo que todos debemos hacer para satisfacer sus intereses (en contra de los nuestros).

En Gaza, entre octubre de 2023 y septiembre de 2025, más de 20 mil niños palestinos han perdido la vida: es decir, se trata de un niño asesinado cada hora durante casi dos años de invasión. De ellos, más de mil eran menores de un año. No son “daños colaterales”. Son resultado directo de bombardeos contra una ciudad completa. A esta devastación se suma la mortalidad causada por el hambre y la desnutrición, con al menos 150 niños fallecidos por esta causa, mientras el bloqueo continúa impidiendo el ingreso de alimentos y medicamentos esenciales, empujando a Gaza a una crisis humanitaria sin precedentes.

Esos niños dormían en hogares pulverizados, estudiaban en escuelas convertidas en escombros y jugaban en calles borradas por explosiones constantes. Lo que ocurre es un genocidio. No es una guerra porque no hay dos fuerzas equitativas enfrentadas. Se trata del ejército más poderoso de Medio Oriente contra una población cercada, hambrienta y acorralada.

Desde octubre de 2023, más de 65 mil palestinos han sido asesinados y el 70 % de las víctimas son mujeres, niños y ancianos. Más de un millón y medio han sido desplazados internamente, forzados a huir hacia el sur, una zona también sometida a bombardeos constantes.

Israel, con el respaldo político y militar de Estados Unidos y varios países europeos, ha destruido hospitales, escuelas, refugios y universidades, ha cortado suministros críticos de agua, electricidad, medicamentos y ayuda humanitaria, y ha utilizado la hambruna como arma de exterminio.

Estas acciones encajan exactamente con la definición de genocidio de la ONU, que habla de actos cometidos con intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico o religioso, mediante asesinatos, lesiones graves, condiciones de vida diseñadas para aniquilar, medidas para impedir nacimientos o traslado forzoso de niños.

La ONU y las potencias occidentales han demostrado complicidad por omisión: mientras hospitales y escuelas son bombardeados, los gobiernos reciben al ejecutivo israelí en sus foros internacionales. Más de un año y medio de asesinatos continuos y ninguna institución ha logrado detener esta barbarie.

Frente a esta cobardía, se ha elevado la voz de la ciudadanía mundial, millones han marchado en Londres, París, México, Buenos Aires, Nueva York y muchas otras ciudades, clamando por el fin del genocidio. Mientras exista el capitalismo, esa solidaridad genuina es hoy casi la única esperanza para el pueblo palestino. La otra es que China, Rusia y los países antiimperialistas le pongan un alto a Israel.

No hay mayor cobardía que un poder que persigue a los más vulnerables y los crímenes en Gaza no solo revelan la brutalidad del ejército israelí, sino también la complicidad de las potencias que financian y arman al agresor, los medios que ocultan la verdad o la manipulan, y las organizaciones internacionales que solo “lamentan” sin actuar, son partícipes de este genocidio.

Pero todo en el capital tiene un objetivo económico. ¿Por qué desde la Casa Blanca se ha intensificado la campaña contra el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, acusándolo de “narcotraficante”? Porque a los “gringos” les interesan los recursos naturales de Venezuela, como el petróleo.

¿Por qué acusaron a Saddam Hussein en Irak de tener armas nucleares que “podía usar contra Estados Unidos”, mismas que tras la invasión jamás se encontraron? Porque les interesaba el petróleo y su territorio. Como Saddam se los impedía, desataron la guerra contra su país y su ahorcamiento fue televisado a nivel internacional.

Ahora, en los “20 puntos del acuerdo presentado por Trump para el fin de la invasión israelí de Gaza”, se nos dice en el punto 10: “Se creará un plan de desarrollo económico de Trump para reconstruir y dinamizar Gaza, convocando a un panel de expertos que han contribuido al nacimiento de algunas de las prósperas ciudades milagrosas y modernas de Oriente Medio. 

Muchas propuestas de inversión bien pensadas e ideas de desarrollo interesantes han sido elaboradas por grupos internacionales bienintencionados, y se tendrán en cuenta para sintetizar los marcos de seguridad y gobernanza con el fin de atraer y facilitar estas inversiones que crearán puestos de trabajo, oportunidades y esperanza para el futuro de Gaza”.

El punto 11, dice: “Se establecerá una zona económica especial con tarifas preferenciales y tarifas de acceso que se negociarán con los países participantes”. Ahí está la explicación oficial del genocidio en Gaza. Si no estamos de acuerdo, protestemos. Unámonos a las protestas en todos los países.

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