MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Los más pobres sufren los efectos devastadores de “Otis”

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Ha transcurrido más de una semana desde que el huracán “Otis” tocó tierra el 25 de octubre en las costas de Guerrero, afectando la ciudad de Acapulco y ocho municipios aledaños. Según CNN en español, ha sido considerado por expertos meteorólogos como el más fuerte jamás registrado en azotar las costas del Pacífico mexicano. 

Desde los primeros momentos, los distintos medios de comunicación destacaron los daños a la infraestructura hotelera, y hasta en 95 % de los reportes se hace énfasis en que la recuperación del otrora paraíso turístico no será pronta. 

Sin embargo, no se pone la misma luz cuando los reflectores se enfocan en informar los efectos devastadores que el huracán “Otis” provocó, ni las secuelas sociales y económicas, en miles de hogares de los guerrerenses más pobres. 

Estamos hablando de quienes habitan las colonias marginadas de Chilpancingo, capital del estado, y de comunidades ubicadas en los municipios de Coyuca de Benitez, Ajuchitlán del Progreso, Tecpan de Galeana, General Heliodoro Castillo, San Miguel Totolapan, Atoyac de Álvarez y Petatlán.

Según los últimos reportes, el huracán causó daños en más de 220 mil viviendas, cifra que seguramente seguirá creciendo. Sólo se necesita un mínimo de empatía para entender la dramática situación: quedarse de un día para otro sin un techo seguro para la familia; perder todo lo que, con grandes esfuerzos y sacrificios, se ha logrado. 

Los dueños de los grandes hoteles de cinco estrellas no se verán agobiados, porque seguramente sus construcciones están aseguradas, y si no lo están, de todas maneras, ellos perdieron un edificio, pero las casas donde habitan están intactas y seguras, no tienen de qué preocuparse.

Los que lloran la pérdida de su vivienda son los trabajadores que se emplean en los grandes hoteles y centros turísticos, los que viven del pequeño comercio o los que de plano trabajan en la informalidad.

Ellos no ganan lo suficiente para hacerse de una casa de material, capaz de resistir la fuerza de vientos de más de 300 km/h, con los que “Otis” golpeó sus hogares. La inmensa mayoría vive en casas de material endeble: sin cimientos, sin castillos, paredes de madera o block; con techos de lámina. 

Además de haberse quedado sin una vivienda segura, los damnificados están enfrentándose a la falta de alimentos, de agua potable, de vestido: se quedaron prácticamente con lo que traían puesto al momento de buscar cómo sobrevivir en medio de la tormenta y la fuerza de los vientos. El huracán arrasó con todo.

Desde las primeras horas después de que el huracán se degradó y dejó de ser peligroso, los alimentos y el agua potable se convirtieron en la prioridad de los damnificados, porque todo el comercio se paralizó, y no hay cómo abastecerse. A una semana de la tragedia, aún sigue habiendo desabasto, el cual perdurará mucho tiempo.

Una vez más, quienes más sentirán el hambre y no tendrán cómo saciarla serán los más humildes; quienes no ganan lo suficiente para tener una bodega llena de provisiones. En ocasiones ni para llenar su pequeño refrigerador, en caso de que lo tengan. 

Por el contrario, los adinerados, los dueños de los grandes negocios, seguirán dándose grandes banquetes, porque seguramente tienen provisiones de sobra y hasta una cava llena de vinos. En los días que corren, los pobres de Guerrero, los verdaderos damnificados del huracán “Otis”, no tienen nada de comida para poner en la mesa; es más, en algunos casos ni siquiera tienen una mesa. 

En las familias humildes, la población menor de edad también es damnificada. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) expresó su preocupación hace tres días, porque al menos 296 mil niñas, niños y adolescentes podrían verse afectados. 

Una de las principales afectaciones fue el cierre de escuelas en cinco municipios de la región, por lo que más de 177 mil estudiantes se vieron perjudicados.

Hay que recordar que antes de la pandemia del covid-19, la educación en México tenía rezago en áreas de la educación tan importantes como la comprensión lectora y el pensamiento matemático. Luego vino la pandemia y el rezago se agudizó; además, en el ciclo actual ciclo escolar, se agregó la polémica de los nuevos libros de texto. 

En Guerrero el ciclo escolar se verá interrumpido por un tiempo indefinido, lo cual vendrá a profundizar el rezago histórico del que los estudiantes guerrerenses no están exentos.

Los padres de los niños afectados por el cierre de sus centros escolares no podrán enviarlos a estudiar a una escuela particular en otro lugar, o contratar a maestros que les den clases a domicilio, lo que seguramente sí podrán hacer los potentados que pagan elevadas colegiaturas en escuelas privadas, y que se dan el lujo de mandar a sus hijos en coche a la puerta de la escuela. 

Como vemos, con estos pocos ejemplos, afirmar que en Guerrero son los más pobres los que sufren los efectos devastadores del huracán “Otis” no es exageración, ni ganas de hacer amarillismo con la desgracia ajena.

Si queremos evitar que, ante cualquier embate de la naturaleza sean los pobres los que lleven las de perder, debemos cambiar la sociedad actual, en la que unos pocos, que se cuentan con los dedos de las manos, viven sin preocupaciones. Por el contrario, millones carecen de lo más elemental, y como en este caso, son quienes sufren de todas las formas posibles.

Por eso el Movimiento Antorchista, además de solidarizarse con los guerrerenses más pobres; damnificados por el paso del huracán “Otis”, realizando colectas de víveres y donativos en varios estados del república, continúa diariamente su labor de educar al pueblo trabajador, para que tome conciencia y se decida a luchar por una sociedad capaz de garantizar a todos una vivienda segura, alimento suficiente, los servicios básicos, educación a todos los niveles y de calidad. En otras palabras, una sociedad donde la riqueza creada por los trabajadores se reparta equitativamente. Es algo por lo que vale la pena perseverar.

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