MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Los buenos deseos vs. la cruda realidad

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En el aire hay aún euforia decembrina. Se intercambian al por mayor los buenos deseos para el año nuevo. Pero hay un ambiente creado para esta “felicidad” que, como bien dice Martha Harnecker en su libro Qué es la sociedad, tiene una base económica. 

Hay apoyos económicos: pagos de aguinaldo, becas acumuladas, pensiones al doble, ayudas monetarias y todo un aparato ideológico bombardeando las mentes para hacernos sentir “bienestar”, aunque sea efímero. Y esto no es una casualidad, sino una práctica necesaria del sistema capitalista que nos domina; como se cita en el Manifiesto comunista de Marx y Engels en 1848:

“… para poder oprimir una clase, es preciso asegurarle unas condiciones que le permitan, por lo menos, arrastrar su existencia de esclavitud”.

Así es, somos esclavos modernos que gastan su vida trabajando, condenados a la opresión y sometimiento laboral y social permanente. Para no advertirlo, tomar un respiro y seguir soportando, se crean momentos, fechas, actividades. 

Así pues, se acostumbra en casi todo el mundo, celebrar el último día del año, haciendo múltiples rituales con el fin de atraer el bien: desde comer las doce uvas solicitando un deseo por cada una, un listado de metas a lograr, salir a pasear con maletas para que en el año venidero se tengan muchos viajes, brindar y unir las buenas vibras para pedir por el mundo, usar ropa interior color rojo para que haya mucho amor en los próximos 365 días, hasta comer y regalar lentejas, para que no falte el dinero.

Pero he de confesarles, que desde que tengo memoria y conocimiento de estos rituales, mi deseo, mis rezos y oraciones desde la infancia han sido por la paz mundial. También he comido uvas, he alzado una copa solicitándolo con fe, con todas las fuerzas de mi alma, pero la paz del mundo no ha mejorado, sino todo lo contrario, y ahora el mismo mundo está en graves problemas.

Por eso, he venido aprendiendo, con las fuertes lecciones que da la vida, que buenos deseos e intenciones no son suficientes pues, aunque no queramos, la realidad existe y es como es; no como quisiéramos. 

Sólo aquel que se deja envolver con la embriaguez de la temporada no advierte que hay serios problemas en el mundo, el país y el estado. Por ejemplo, es bien sabido, por los que se mantienen mínimamente informados, que dentro de los problemas urgentes de atender en el mundo está el calentamiento global, ocasionado por la gran contaminación, sobre todo de las grandes fábricas productoras de todas las mercancías.

Lo último que se informó a través de los medios es que los países acordaron disminuir la contaminación, pero que hasta ahora nadie ha podido cumplirlo, pues el mercado demanda productos, y la creación de los mismos genera inevitablemente la contaminación. ¿Bastarán aquí nuestros buenos deseos para que el calentamiento global se detenga?

En cuanto a nuestro país, las cosas no son menos graves. Este año que está por concluir ha sido uno de los más violentos en la historia reciente; pareciera que la inseguridad no tiene remedio, y aquí ni la buena intención ni los deseos del presidente han sido suficientes para combatir homicidios, feminicidios, desapariciones, etcétera. Según datos recientes, en México mueren diariamente 85 personas y se siguen sumando.

Las buenas intenciones y todos los rituales antiguos y modernos no han sido ni serán suficientes para mejorar las condiciones indignas de vida que tenemos actualmente.

La salud pública es también tema pendiente y urgente, pues hasta ahora hemos visto que las promesas de la 4T no se han cumplido, y en ese sector se han cometido errores garrafales que han privado de la vida a mucha gente por falta de atención, medicamentos, por negligencias médicas, etcétera. 

Ante una enfermedad grave, experimentamos el abandono a nuestra suerte; ingresar al servicio médico público es casi despedirse de la vida. Por un lado, escuchamos los buenos deseos de nuestro presidente, pero por el otro vemos la falta de medicamentos, la proliferación de medicamentos oncológicos piratas, la terrible forma de enfrentar la covid, pues hoy en día está circulando un lote de vacunas caducas, pero a la vez se ofrece en venta una vacuna de mejor calidad en los centros de la Cruz Roja Mexicana: esto y “¡Sálvese quien pueda!”, es lo mismo. ¿Y nuestra garantía de salud? ¿Acaso los buenos deseos nos protegerán contra el virus de la covid, que ya ha matado a miles de mexicanos?

En economía no hay ni la estabilidad ni el crecimiento prometido; las estadísticas indican que hay 32.6 millones laborando en la informalidad, y que los salarios no son remuneradores, aunque se han hecho aumentos salariales. Por el contrario, 48.3 millones de mexicanos padecen pobreza laboral, y la canasta básica alimentaria sigue subiendo de precio. 

Las obras faraónicas no han dado resultados hasta el momento; por el contrario, todas excedieron el precio programado de su creación, como el Tren Maya, cuyo costo se proyectó en 156 millones, y al final nos costó 511 millones de pesos, sin que se garantice todavía su efectividad. 

Qué decir de nuestra bella Colima; un pedacito de México que tiene el infortunio de su geografía, pues se encuentra situado como la puerta del Pacífico a todas las mercancías habidas y por haber; las buenas y las muy malas. Seguimos pagando las consecuencias de eso, sin que el Gobierno estatal resuelva este gran problema.

En Colima ya se hizo costumbre que alguien muera a manos de un sujeto a bordo de una motocicleta que huye. Pero ¿cómo es que en un estado tan pequeño, y que emite tantos recursos financieros gracias a su actividad portuaria, no se logre proteger a los gobernados? ¿Será que los colimenses no estamos deseando con suficiente fervor la paz en nuestra entidad? 

Así es, los buenos deseos, las buenas intenciones, y todos los rituales antiguos y modernos no han sido ni serán suficientes para mejorar las condiciones indignas de vida que tenemos actualmente.

Es urgente y necesaria una actitud participativa, que incida en nuestra realidad colectiva. Que unamos fuerzas para hacer frente a esta gran ola de hostilidad que tal vez no vemos o no queremos ver, pero que existe, y que se agrava conforme pasa el tiempo. 

Hoy mi deseo más ferviente para este nuevo año es que la humanidad reconozca y haga uso de su carácter colectivo. Que dejemos de vernos como cosa distinta, como seres separados, como individuos solitarios. Porque unidos y organizados progresamos como raza humana, y así es como debemos permanecer si queremos un bienestar verdadero y con sentido.

Que el 2024 nos encuentre pues, más conscientes de nuestras desgracias, pero también de nuestro poder para combatirlas, porque la prosperidad sólo la lograremos con acciones concretas, no sólo con buenos deseos.

Súmense a la lucha por las causas nobles; súmense a las filas del Movimiento Antorchista Nacional, ¡la organización de los pobres de México! Aquí nos vemos.

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