MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Llegó la hora del pueblo de México; la hora de luchar por el poder

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Aunque en teoría, tanto partidos políticos como candidatos recitan los versos de José Martí “Con los pobres de la tierra/ quiero yo mi suerte echar,/ el arroyo de la sierra/ me complace más que el mar” en los hechos están muy lejos de aterrizar en planteamientos conscientemente diseñados para llevar mejoría real a la clase trabajadora y a los ciudadanos en general.

Desde que inician las campañas se limitan a repetir frases que no dicen nada en concreto, se reducen a repetir los mismos discursos de antaño sin preocuparse por demostrar que conocen los problemas y que saben cómo resolverlos.

La mejoría material que se refleja en los lugares donde ha trabajado son la prueba viviente de que Antorcha quiere el bienestar de la gente, no sólo de palabra, sino en la práctica, en los hechos. 

Como consecuencia, estos partidos y estos candidatos una vez que llegan al poder se dedican a saldar sus compromisos no con la gente de a pie, a quienes nunca les hablaron claro, sino con los grupos de poder que los apadrinaron y los impulsaron. 

Es así como vemos hoy en las noticias, que el partido que prometió poner en primer lugar a los pobres y cuyo candidato llegó a la Presidencia de la república hace seis años, ahora presuma sin ningún rubor, cuando habla de los ricos y de los banqueros, que no se pueden quejar porque en su gobierno les fue muy bien.

Y efectivamente, les fue bien; porque, mientras que a los pobres que prometió defender, siguen en las mismas, la ganancia del banco BBVA México hasta el 2023 fue de 80 mil 723 millones de pesos según la revista Forbes, al mismo tiempo que el que ganó menos que fue HSBC cerró el año con 7 mil 168 millones de ganancia; solo por poner un ejemplo.

Ante esta situación, conviene prestar atención a una organización que ha venido poniendo en práctica lo que piensa; ha venido tejiendo en las colonias y comunidades olvidadas por los Gobiernos, lo que cree que puede ayudar a que la gente viva mejor.

Es así como hoy puede contar entre sus logros obras como la construcción de hospitales, escuelas, pavimento de calles, drenajes, plazas para maestros, aulas y computadoras para los estudiantes, concesiones para transportistas, entre otras cosas. En la mayoría de las veces, sin tener un cargo en la administración, ha atendido y resuelto más necesidades que otros desde cargos públicos encumbrados.

Se trata, como todos sabemos, del Movimiento Antorchista Nacional que, en el evento celebrado recientemente para conmemorar 38 años de la fundación de la primera colonia antorchista en Ixtapaluca, estado de México, puede demostrar con hechos lo que quiere para todo el país. 

La mejoría material que se refleja en los lugares donde ha trabajado son la prueba viviente de que Antorcha quiere el bienestar de la gente, no sólo de palabra, sino en la práctica, en los hechos. 

Gracias a esa labor titánica, que en repetidas ocasiones ha significado nadar contra corriente, como lo ha sido en este sexenio, es que hoy puede colocar ante los ojos de todo el mundo lo que es capaz de hacer un pueblo unido, educado y organizado.

Contrariamente a lo que muchos auguraron como el fin de las organizaciones sociales a quienes el Ejecutivo federal les declaró la guerra desde el inicio de su administración, hoy Antorcha aparece no con las alas rotas y desencajado el rostro como muchos quisieran.

Más bien aparece vigoroso, fortalecido y con un líder que, enérgico, contundente y claro como siempre. Llama a poner de pie a ese gigante que es el pueblo organizado; ya no para luchar por obras y servicios que ayudan pero no resuelven el problema de fondo, sino para lo más grandioso que se haya propuesto el pueblo mexicano en toda su historia: ahora el llamado es para tomar el poder.

Con una explicación limpia, que entiende hasta el último de sus oyentes que se mantienen atentos en todo momento, les dice que en este sistema la economía está organizada de tal forma que unos producen la riqueza y otros se la llevan: “En el sistema capitalista unos corretean la liebre y otros sin correr la alcanzan”.

Aclara también que la riqueza de los pueblos no es el dinero sino los bienes materiales que el hombre necesita para vivir de manera más agradable y sin privaciones; que la riqueza es el pan, el maíz, el trigo, el arroz, la ropa, los zapatos; porque eso es lo que se come, se usa y se viste.

Les recuerda que esa riqueza la produce el pueblo trabajador. Pero en el sistema actual se ha creado una mercancía llamada dinero con la que se cambia toda esa riqueza.

Al trabajador se le cambia la riqueza que produce y se le pone dinero en las manos y, como el dinero ya no lo produce el trabajador, le hacen creer que la riqueza la produce el banquero y el que maneja la máquina de hacer billetes.

Les demuestra que la función del dinero es permitir que el dueño de una fábrica de zapatos o de ropa o de pan, pueda cambiar ese producto por dinero y le permite guardarlo y acumularlo sin que se le eche a perder. 

Reitera que el dinero no vale nada porque el papel del que está hecho no vale nada, y aunque estuviera hecho de oro, no vale porque la gente no se puede comer el oro. Esa riqueza que acumulan los capitalistas aun cuando no la producen la utilizan para comprar todo lo que se necesita para volver a explotar a la gente.

“Esa riqueza que produce el pueblo se la quitan mediante el truco de cambiársela por dinero, dejándole unos cuantos pesos que no le van a alcanzar para nada”.

Les advierte que “esto no es un error; no es que alguien haya metido la pata; el sistema está diseñado para que unos cuantos buitres se apoderen del trabajo de la mayoría, se hagan ricos y poderosos, gobiernen la sociedad a su antojo y la mantengan en la insalubridad, en la pobreza en la ignorancia y en la falta de servicios. ¿Qué ganan con mantenerla así? Dinero.

No le dan a la gente lo que necesita porque eso cuesta dinero y ellos no quieren gastar. Y en esto tiene que ver también el Gobierno. ¿Cuál es el resultado final? Un pequeño puñado de ricos y una inmensa muchedumbre de pobres que muchas veces no tiene ni asegurada la comida del día de mañana.

Por lo tanto la tarea de Antorcha no es ganar agua potable o una lechería. La tarea de Antorcha es acabar con la pobreza; “es echar a andar esa fuerza poderosa para mover la palanca social en el sentido en que el pueblo lo necesita.

¿Qué fuerza poderosa hay en el mundo que pueda vencer al dinero y al poder público que tiene al Ejército y a la Policía y las cárceles y los jueces y los demagogos que engañan al pueblo? Sólo hay un poder: el pueblo, que suma millones. 

Aquí hay un pueblo que si se pone de pie, puede remover al cielo y la tierra. Nada puede derrotar al pueblo; ni las armas ni las bombas atómicas. Sólo que hay una condición: debe estar organizado.

Para quienes han seguido la trayectoria del antorchismo así como de su líder y fundador saben que lo que aquí se afirma no son planteamientos surgidos al calor del momento; saben que los conocimientos y la experiencia del maestro Aquiles Córdova Moran se han forjado en el fuego de la lucha diaria a la que ha dedicado su vida entera.

Las más de 15 mil almas congregadas en el cerro del Tejolote que el domingo pasado le escucharon de viva voz y quienes lo seguimos desde las redes sociales a lo largo y ancho del país escuchamos una explicación detallada de la necesidad histórica de tomar el poder por las masas populares, porque las condiciones están dadas y porque no hay opción.

Todos los partidos han tenido su oportunidad y han demostrado lo que son. La gente ha confiado en ellos y han terminado defraudados por unos y por otros; no porque esos partidos hayan equivocado el camino, sino porque han trabajado para bien de los intereses que representan.

Por lo tanto, no esperemos a que nos dé peras el olmo, construyamos esa organización y ese partido que está haciendo falta en el escenario político mexicano. 

Pongamos de pie al pueblo organizado y preparémonos para tomar el poder de la nación, porque sólo de esa forma se puede cambiar el rumbo que le han dado los partidos de siempre.

Sólo de esa forma se puede enderezar al país, para que los 90 o 100 millones de pobres que lo habitan puedan tener realmente una vida mejor.

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