MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La mentira del "histórico" aumento salarial

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La medida se anunció con bombo y platillo en la prensa nacional. La mañana del martes 17 de diciembre, los principales diarios del país publicaron en sus primeras planas la buena nueva: a partir de enero de 2020, el salario mínimo aumentará un 20%, es decir, pasará de los 102.68 pesos actuales, a 123.22 pesos por jornada laboral. Algunos diarios cercanos al morenismo de plano rayaron en el panfletarismo. La Jornada, por ejemplo, tituló así la nota: "Histórico aumento de 20% al salario mínimo en 2020". En su cuenta de Twitter, López Obrador lo dijo de otra manera: "En 13 meses logramos consenso entre los representantes obreros y empresariales para aumentar el salario mínimo como no sucedía en cuatro décadas: 16% en 2019 y el doble en la frontera, y 20% para 2020. Es decir, habremos recuperado más del 30% del poder adquisitivo del salario". ¡Fanfarrias! ¡La Cuarta Transformación haciendo justicia a la clase obrera!

¿Cómo se explica el aumento "histórico" al salario mínimo? ¿Por qué esta alza ocurre precisamente ahora? ¿Por qué no antes o después? Algunos atribuyen la medida a la voluntad obradorista de hacerle justicia al pueblo trabajador; suponen que López Obrador, el Presidente bueno, impulsó esta medida desde el inicio de su mandato, y que tuvo que luchar contra mil adversidades para que finalmente se diera el tan anhelado aumento salarial. Esa explicación, sin embargo, carece de elementos concretos. No ofrece datos ni evidencia empírica que pueda sustentar su posición. Más bien se trata de una explicación basada en la confianza –que en algunos casos raya en fanatismo- que los seguidores de Andrés Manuel le tienen a él, a su proyecto y a su partido. Nada más.

La realidad es muy distinta. Las primeras señales del aumento salarial que vendría después, llegaron incluso antes de las elecciones presidenciales de 2018. El 20 de agosto de 2017, cuando comenzaban las negociaciones para el nuevo tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, El Universal publicó una nota de interés. En ella se leía que el presidente del sindicato canadiense Unifor, que en esos días se encontraba negociando con su equipo en la Ciudad de México, había solicitado a las autoridades mexicanas un aumento del salario mínimo de, por lo menos, cuatro dólares la hora. "No podemos tener un acuerdo trilateral donde el salario mínimo en México es de 0.90 dólares la hora [...] Resulta triste que en Canadá se cierran fábricas y ninguna se vuelve a abrir, pero después se abren en México", explicó el canadiense.

Pero no solo fueron los trabajadores canadienses y estadounidenses los que presionaron al gobierno mexicano para elevar los salarios de sus trabajadores. También los gobiernos hicieron lo propio. Tanto Donald Trump como Justin Trudeau están preocupados por los cientos de empresas que abandonan sus países para instalarse en México, a donde migran buscando fuerza de trabajo más barata. Por supuesto, no se comparan los 211 pesos por hora que paga Walmart a sus obreros estadounidenses, con los 15 pesos por hora que pagará al obrero mexicano con el nuevo salario mínimo. Tratando de retener a sus empresas, los gobiernos de Estados Unidos y Canadá presionaron al gobierno de México para que los salarios se elevaran. Tan importante fue este punto en las negociaciones para el nuevo tratado comercial entre los tres países, que el aumento salarial en México llegó a ser una condición sine qua non para que se firmara el T-MEC.

Tenemos, pues, que en realidad la elevación del salario mínimo no se debe a los esfuerzos de la Cuarta Transformación por hacerle justicia al trabajador mexicano. Tan es así que esto ya se venía preparando desde antes de que López Obrador se registrara siquiera como candidato para las elecciones presidenciales de 2018. En todo caso, el papel de Andrés Manuel se limitó a cabildear con los empresarios mexicanos para que estos aceptaran la medida. En este sentido, es necesario mencionar que los grandes y medianos empresarios nacionales siempre se han opuesto férreamente al aumento salarial, bajo el argumento de que este provocaría automáticamente inflación y despidos. Pero incluso en este sentido, el mérito de Obrador es mínimo. Ante la disyuntiva de elevar los salarios y seguir exportando libremente al mercado norteamericano, por un lado, o mantener los bajos salarios pero sin condiciones favorables para exportar a Estados Unidos, por el otro, es claro que no había mucho que pensar para los empresarios mexicanos. Sobre todo si consideramos que Estados Unidos absorbe ocho de cada diez productos exportados por México.

Finalmente, quizás algunos piensen que, independientemente de cómo se haya logrado el aumento del salario mínimo, en los hechos el trabajador mexicano vivirá mejor. Este es un peligrosos error en el que no debe caer la clase trabajadora. La historia del movimiento obrero mundial demuestra que nunca las clases dominantes y sus gobiernos han regalado nada a los trabajadores. Todos los derechos económicos y políticos que ahora tienen los trabajadores –como la jornada laboral de ocho horas, las prestaciones laborales, y el derecho a votar y ser votado para cargos de elección popular- siempre han tenido que ser conquistados por los obreros a costa de sangre y sudor. Dentro del marco del capitalismo, todas las medidas que toman las clases dominantes y sus gobiernos, hasta aquellas que aparentemente ayudan a los trabajadores, existen solo porque en el fondo le sirven a esas clases que se benefician con el sistema económico actual. Los trabajadores deben recordar que las únicas mejoras que verdaderamente abonarán a su causa son aquellas que se ganen a pulso; nunca las que les concedan los poderosos.

La independencia ideológica y política de los trabajadores mexicanos es vital para lograr un México más justo con su pueblo. En los días que corren, Andrés Manuel se esfuerza por secuestrar las banderas políticas de los trabajadores, presentando a su gobierno como la encarnación del poder popular. Por eso ahora Obrador se empeña en fotografiarse con los líderes sindicales y empresariales anunciando el "nunca visto" aumento salarial. Pero los antorchistas no nos engañamos. Sabemos bien el carácter de clase de la Cuarta Transformación y actuamos en consecuencia. En este año de persecución política, nos hemos reagrupado y hemos cerrado filas fomentando la conciencia de clase entre nuestros compañeros. Y, para despecho de nuestros detractores, estamos teniendo éxito. ¿Pruebas? ¡Nos vemos en el Azteca!

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