MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Huitzilan: Que no vuelva el cacique ni el terror ni el crimen

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El desarrollo gradual de un sistema económico y político, decadente ya en Europa pero desconocido en nuestro país, cuya base era, tal como el de ahora, la explotación del trabajo de los habitantes originarios y de los esclavos traídos de otros continentes, fueron creando, desde el tiempo de la primera expansión colonialista y la conquista de nuevos territorios, las bases para la formación de una élite privilegiada económicamente que hizo del sometimiento, del crimen y del despojo, la forma de acumular sus riquezas.

Este reducido grupo de propietarios, al incrementar sus riquezas y fortalecer su posición privilegiada conseguida sobre el sufrimiento de las mayorías, necesariamente tenía que garantizar, en primer término, su estabilidad económica y con base a ella, desarrollar una nueva expansión incesante de sus posesiones.

Una vez logrado el sometimiento económico y la adquisición de una posición privilegiada en la pirámide social, su preocupación principal se centrará ahora en la búsqueda e implementación de métodos que les permitan mantener y perpetuar el sojuzgamiento y con ello, su bienestar como casta gobernante. Esta metodología, además del dominio económico, se extiende al social y político como un todo que está concatenado y cuya aplicación simultánea les garantiza los resultados esperados.

Asimismo, busca y consigue elementos corrompidos por la ideología del egoísmo, del poder económico, capaces de asesinar a sus propios hermanos con el único propósito de servir a los grandes empresarios que desean establecer y oficializar mediante la política, la dominación social y económica a cambio del enriquecimiento personal: los llamados caciques. Se trata de verdaderos esbirros de los enemigos del progreso, producto de la degradación humana lograda tras siglos de sometimiento.

Las zonas indígenas de nuestro país, pobres, marginadas y con elevados índices de analfabetismo pero poseedoras de una gran riqueza en recursos naturales, son de los lugares —aunque no los únicos— en donde los dueños del poder económico encuentran la rentabilidad de los caciques, quienes realizan directamente la labor de sometimiento y explotación de sus paisanos con la ayuda de pistoleros y delatores, cuyo papel recae, en muchas ocasiones, en los integrantes de su propia familia.

El cacicazgo en nuestro país continúa vigente y se extendió también, con el paso del tiempo, a las zonas urbanas, además de sindicatos y confederaciones de trabajadores.

En donde quiera que se requiera el sometimiento de las personas para extraer de ellas y sus comunidades hasta la última gota de ganancia, el cacique continuará siendo de utilidad para el poder de los dueños del dinero, sean estos locales o propietarios de los grandes consorcios nacionales.

Esta era la realidad desde 1950 en Huitzilan de Serdán, comunidad enclavada en la sierra nororiental de Puebla, poseedora de incontables bondades naturales que despertaron la codicia de los acaudalados señores, que vieron en este pueblo y sus habitantes, una posibilidad más para incrementar su riqueza personal, aunque ello significara someterlo a la ignorancia y a la pobreza, tal como lo hicieron en la realidad por medio de una satrapía sostenida por las familias caciquiles y sus incondicionales.

El ejemplo de Huitzilan, así como el de Tecomatlán en la mixteca poblana, son la muestra palpable de lo que es posible hacer cuando el pueblo se une.

Innumerables fueron los abusos y los crímenes cometidos por los amos y sus pistoleros: compra de cosechas a precio fijado por los caciques; obligación para adquirir los productos de primera necesidad a precios casi duplicados en los negocios de estas familias, tal como sucede actualmente con los grupos del narcotráfico que irrumpen en las comunidades rurales; implementación de procesos amañados a base del endeudamiento o incluso del embrutecimiento por consumo de alcohol para la compra de las propiedades de los campesinos pobres y la imposición del terror con los asesinatos y la quema de las casas de quienes, dada su condición de pobreza, no podían pagar, marcaron la vida de cientos de habitantes quienes perdieron toda esperanza en sus autoridades al notar su silencio cómplice y su indolencia con el sufrimiento de este noble pueblo.

Años de sufrimiento bajo el completo desamparo, el generoso pueblo humilde aprendió a golpe de sangre y dolor el principio fundamental de toda epopeya redentora: ¡organización!

De esta manera, de la mano del Movimiento, en quien se deposita la confianza de los pobladores para luchar contra el desahucio al que parecían condenados, dieron comienzo, desde hace cuarenta años, a una lucha decidida para lograr su liberación de la tiranía caciquil y para construir su luminoso futuro de bienestar y prosperidad.

Así es como, con el apoyo de gente que lucha bajo los principios de la solidaridad proletaria y pertrechados con la única teoría revolucionaria de los pueblos del mundo, el marxismo-leninismo, los habitantes de Huitzilan dan los primeros pasos para hacerse del poder municipal y comenzar a materializar las verdaderas aspiraciones de los campesinos.

Cuarenta años después, Huitzilan es educación, con sus instituciones de diferentes niveles que dan atención a niños y jóvenes; es cultura, salud, caminos pavimentados, bienestar social, agua potable, energía eléctrica, transporte, servicios básicos que elevan el nivel de vida de sus habitantes y que los aleja cada vez más de las precarias condiciones a las que eran condenados a vivir.

El ejemplo de Huitzilan, así como el de Tecomatlán en la mixteca poblana, son la muestra palpable de lo que es posible hacer cuando el pueblo se une y se hace Gobierno; cuando toma bajo su responsabilidad sus propias decisiones y se decide a cambiar fehacientemente, su realidad económica y social. Para ello no hay obstáculos, ni la más cruda miseria, ni el más férreo cacicazgo; la justeza de la lucha de los pueblos los hará tambalear y caer en su momento.

Sin embargo, es necesario permanecer alerta; las enseñanzas y el ejemplo dado al pueblo mexicano por estas dos comunidades hermanas sufre hoy el más serio y peligroso de los embates; no conviene a los poderosos de este país, protegidos del actual Gobierno, que su ejemplo se extienda y se emule por todo el país, por eso trata de silenciarlos sometiéndolos a la censura y al regreso del cacicazgo.

Es imprescindible la educación política de todos sus habitantes y su concientización para no dejarse engañar y retroceder en sus conquistas sociales. Es necesario también difundir por todos los rincones de nuestra patria, las lecciones de estos valientes pueblos para alertar a todos los mexicanos de cualquier agresión en su contra.

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