MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

En educación no hay transformación, sino deformación

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Nuevos datos confirman que los hijos de los trabajadores y de todos los proletarios mexicanos en general conocen cada vez menos de ciencias, cada vez menos pueden leer y entender nuestro lenguaje y cada vez menos pueden leer y entender las matemáticas.

Los datos de la prueba PISA 2022, que han dado a conocer los medios de comunicación, son de por sí abrumadores, pero sólo vienen a confirmar algo que ya sabíamos y entendíamos los que tratamos con jóvenes de quince años, porque lo sufrimos todos los días: nuestra juventud mexicana está cada vez más pasiva, no entiende lo que lee y no resuelve los problemas en los que tiene que pensar un poco, particularmente la juventud de las clases más humildes. 

Por tanto, los trabajadores y todos los proletarios de México tenemos un problema grave que resolver: pareciera que estamos perdiendo a nuestros jóvenes. No me refiero a los casos excepcionales y aislados —que afortunadamente los hay—, sino a la gran multitud de la que la prueba PISA es un indicador.

Muchos chamacos y chamacas tienen una clara inteligencia, admirable, son sagaces y perspicaces en los asuntos cotidianos, pero se resisten a pensar y a expresarse con método, como exigen las ciencias y esa incapacidad los pierde. Toda su gran inteligencia queda nulificada a la hora de resolver problemas técnicos de cierta complejidad, o problemas científicos, artísticos, teóricos, literarios, políticos, económicos, etcétera. 

Como resultado social a gran escala, eso aleja a nuestra clase social cada vez más de los beneficios del conocimiento científico.

Nos prometieron que después de la caída de la Unión Soviética, en 1991, el mundo sería mejor; que una era de luz y libertad se vendría para la humanidad. Pero cada vez más nuestra clase está más al borde de un abismo de ignorancia: cargamos las cadenas de la incultura, y quienes habrían podido detener esto a tiempo, no lo hicieron en cinco años que llevan gobernando.

Los resultados de PISA se podrían justificar con la pandemia, pero todo mundo la padeció y aun así seguimos en los últimos lugares de la clasificación de la prueba.

El informe dice textualmente que “El Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA) evalúa los conocimientos y habilidades de estudiantes de quince años, en matemáticas, lectura y ciencias. Las evaluaciones exploran qué tan adecuadamente los estudiantes pueden resolver problemas complejos; pensar críticamente y comunicarse de manera efectiva. Esto da una idea de qué tan bien los sistemas educativos están preparando a los estudiantes para los desafíos de la vida real y el éxito futuro.” Asimismo, explica que al comparar nuestros resultados con los de otros países, podríamos diseñar programas y técnicas para mejorar. El caso es que, en veinte años de participar en esas pruebas, seguimos en decadencia.

No hay panorama educativo más perfecto para el imperialismo yanqui que tener al otro lado de su frontera más inmediata a millones de jóvenes mexicanos inseguros de sí mismos.

Los datos indican, de acuerdo con el exsecretario de Educación de Sinaloa, Juan Alfonso Mejía, que tenemos un retroceso en materia educativa de veinte años: con Morena nos fuimos para atrás veinte años, amigos, y no es calumnia ni ganas de enlodar a nadie; es el resultado que arroja una forma de medir la realidad educativa internacional que incluso los países antiimperialistas aceptan, países a los que no se les puede tachar de neoliberales. Y los trabajadores no podemos quedarnos cruzados de brazos. Algo tenemos que hacer por nuestra clase social, y tenemos que ser nosotros mismos, porque ya está visto que los cambios de colores partidarios no nos han resuelto nada.

De 81 países participantes, México se colocó en el lugar número 56 y como penúltimo de la OCDE. Tres de cada diez muchachos que salen de nuestras secundarias en México tienen los conocimientos mínimos necesarios que todo joven de su edad debería (según la educación burguesa que recibimos, claro): el 70 % de nuestros muchachos salidos de secundaria no sabe ni leer ni escribir ni multiplicar ni dividir. 

¿Entonces a qué van a la escuela? (cálmese; que la solución no es apresurada, deme un poco más de tiempo) En 2018, 56 % de nuestros estudiantes tuvieron bajo rendimiento; ahora en 2022 64 % de nuestros muchachos no la hizo. Vamos para atrás; no hay ninguna transformación, sino deformación.

Lo que nos está pasando no es casual. Es simplemente el plan educativo que tienen los poderosos burgueses y sus gobiernos que los protegen. Ya nos lo dijo una vez Aníbal Ponce, un amigo del pueblo: “Una educación primaria para la masa, una educación superior para los técnicos, Eso era en lo fundamental lo que la burguesía exigía en el terreno de la educación. (Educación y lucha de clases, 1934)”. Y de entonces a la fecha es lo mismo. Desde antes de ese libro ya era así y así sigue. Nos destinan a eso, a ser sólo unos miserables esclavos de sus máquinas y para eso basta con unas embarradas de conocimiento en el nivel secundaria. Nos mantienen así, alejados de la ciencia y, de vez en cuando, dejan colar a uno que otro para ilusionarnos.

No hay panorama educativo más perfecto para el imperialismo yanqui que tener al otro lado de su frontera más inmediata a millones de jóvenes mexicanos inseguros de sí mismos, impotentes e incapaces de cualquier iniciativa social, hasta de la comunicación seria y profunda entre sí mismos. Crear una juventud así deformada, enajenada, ha sido la meta del imperialismo para nuestro país. No, no es casual que reprobemos en la prueba PISA y la 4T es sólo el abyecto instrumento de un proyecto educativo enemigo de los proletarios.  

Pero nuestra respuesta no debe ser ya no enviar a los hijos a la escuela, sino exigir que ésta cumpla con lo que dice. Y el mecanismo de exigencia deben ser comités de padres de familia participativos, exigentes, luchadores. No puede ser para menos. En ese sentido Antorcha ha creado un sistema de comités que llamamos plenos y al posible lector lo invitamos a explorar esta alternativa.

Pero, además, los muchachos y sus maestros también deben luchar por hacer realidad los postulados de la educación crítica, democrática, científica y popular. Deben organizarse también en comités, sean de la FNERRR o no, pero organizados; aunque sea para cantar o declamar, pero estructurados. Algo tienen que hacer los muchachos y los maestros, menos tirar la toalla y, mucho menos en estos tiempos de depresión navideña. El espantoso panorama educativo nacional nos obliga a luchar, luchar y, después, volver a luchar.

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