Una vez más queda en evidencia el pésimo servicio que ofrece el sistema de salud pública en Quintana Roo, así como en todo México; muestra sus deficiencias, toda vez que millones de personas no tienen acceso a él y, cuando lo tienen, los tiempos de espera son largos, sin dejar de lado las malas condiciones de infraestructura y el abasto de medicamentos, teniendo como resultado un aumento de la población sin acceso a la seguridad social y la dependencia de servicios privados. Factores como la transición al fracasado Insabi y la persistencia de la informalidad laboral también contribuyen a esta situación.
Algunas personas llevan meses esperando sus cirugías y, ante la imposibilidad de atenderlos, son trasladados a la ciudad de Mérida, y muchos de ellos ya han invertido en estudios clínicos.
Pese al nuevo sistema de salud pública nacional “IMSS-Bienestar” y el “Modelo de Salud para el Bienestar”, contemplado a efectuarse a partir de 2026, que no es otra cosa que, con este supuesto modelo, “ahora todo ciudadano podrá atenderse en diferentes instituciones como IMSS, Issste o IMSS-Bienestar sin importar su afiliación previa”.
Sin embargo, no hay que olvidar el fracaso del Insabi y la supuesta “Megafarmacia del Bienestar”, en la que el primero terminó siendo un fraude, con señalamientos y auditorías que apuntan a irregularidades, como adeudos a proveedores y actos de corrupción relacionados con la asignación de recursos, y el segundo terminó convirtiéndose en una bodega con mucho más costo de lo previsto inicialmente, bajo la premisa de que este “gran proyecto” era fundamental porque combatiría el desabasto de medicamentos en el país.
Pero ni en uno ni en otro se obtuvieron tales resultados, lo que sigue poniendo en riesgo la salud de los mexicanos, sobre todo de los más pobres y desprotegidos, que son la inmensa mayoría de la población. Han sufrido un verdadero calvario: muchas personas que llevan a sus enfermos, la mayoría de gravedad, hacen extensas filas por horas eternas en los centros de salud o en hospitales generales y, para cuando llega su turno, los pacientes tienen que adquirir los medicamentos en farmacias particulares porque en el hospital no hay abasto de insumos.
A manera de ejemplo, en el hospital general de Chetumal, la capital política del estado, se ha ganado a pulso los señalamientos por su ineficiente servicio: no hay suficientes camas para atender a todos los pacientes, tanto así que aquellos con cirugías programadas son enviados de regreso a sus hogares debido a la falta de espacio.

Algunos llevan meses esperando sus cirugías y, ante la imposibilidad de atenderlos, son trasladados a la ciudad de Mérida, muchos de los cuales ya han invertido en estudios clínicos.
La falta de espacio impide realizar intervenciones médicas, y los doctores, en la medida de lo posible, hacen lo que está a su alcance. Además, la escasez de medicamentos es alarmante; en varias ocasiones, los familiares deben adquirir por su cuenta los medicamentos o dispositivos necesarios, como sondas, mallas y otros insumos.
La situación en el hospital general de Chetumal empeora cada día, y la gravedad de las deficiencias en el sistema de salud resulta cada vez más evidente.
Aunque ya se construye un nuevo hospital, que tendrá un costo de poco más de mil 600 millones de pesos, con capacidad para atender a más de 270 mil personas, queda en entredicho si realmente funcionará como se presume y dará atención médica gratuita y de calidad a los habitantes del sur del estado.

Contrario a lo que sucede en el otro extremo de la entidad, el hospital general de Cancún “Dr. Jesús Kumate Rodríguez” sigue siendo un riesgo para la población debido al deficiente servicio médico que ofrece. Aquí hay escasez de personal médico y de medicamentos; lamentablemente, los pobres siguen siendo los más afectados.
Sin embargo, a pesar de que este hospital es moderno, con capacidad para atender a 500 mil habitantes de los municipios del norte de Quintana Roo, queda rebasado para dar cobertura a los cientos de pacientes que acuden por enfermedad, lesiones o cirugía.
Estas deficiencias seguirán presentándose mientras el gobierno, en lugar de disminuir, no invierta más recursos para el sector salud, pues tan solo este año el gobierno redujo 11 % el presupuesto para los servicios estatales de salud, un acto garrafal y contradictorio, porque nada que ver con que los mexicanos tengamos salud universal y de calidad como en Dinamarca, como lo prometió el líder moral del partido guinda y expresidente de la nación, Andrés Manuel López Obrador.
Y la situación no es ajena en el centro del estado: aquí los habitantes, la inmensa mayoría indígena, sufren más porque no solo enfrentan el deficiente servicio de salud pública, también padecen la falta de vivienda, calles pavimentadas, alumbrado público y servicios básicos elementales.

Aquí la situación se torna más difícil, pero, lamentablemente, la “4T” no ve lo que sucede en los estados y municipios; están más preocupados en despilfarrar los recursos del erario público para aceitar la maquinaria para el venidero proceso electoral.
Queda en el olvido la salud pública de calidad; no les importa que en la entidad se presente un déficit de especialistas y médicos generales en el sector público: son apenas mil doce profesionales para atender a una población superior a 1.8 millones de quintanarroenses, según la Secretaría de Salud federal; y, por si fuera poco, entre el recorte presupuestal y el déficit de médicos, la infraestructura de los hospitales en la entidad presenta serias deficiencias.
Por ello es urgente y necesario que reciban mantenimiento, a la vez que cuenten con insumos y materiales médicos para poder brindar atención adecuada y segura.
Paradójicamente, la austeridad a través de recortes a la salud solo provoca un sinfín de problemas, afectando gravemente la integridad de las familias, porque ahora tienen más dificultades para atenderse en hospitales públicos; por la deficiente infraestructura pública, seguramente el “IMSS-Bienestar” y el “Modelo de Salud para el Bienestar” terminarán siendo un fracaso como el Insabi y todo ese mal fue transferido ahora a la “Megafarmacia del Bienestar”, que al día de hoy solo abastece corrupción y calamidades, un mal que no termina.
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