Ningún mexicano quiere autoflagelarse; no se trata de buscar que nos vaya mal, como ha dicho infinidad de veces la presidenta Claudia Sheinbaum. Se trata solo de analizar con frialdad, pero críticamente, la realidad de los fenómenos políticos, económicos y sociales que ocurren en el país y las acciones que emprenden los gobiernos, en este caso el de la 4T. Aunque los resultados son contrarios, nuestro deseo es que al gobierno morenista le vaya bien.
La deuda de AMLO fue mayor a la deuda contraída por Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto juntos, al grado de que la deuda promedio por mexicano aumentó en casi 20 mil pesos.
La gran mayoría de los mexicanos aún recordamos las arengas del expresidente de la república, fundador de lo que dio en llamar “Cuarta Transformación”, en sus actos de campaña: hacer de México un mejor país, con bienestar; luchar contra la pobreza; desterrar la corrupción; combatir la inseguridad; mejorar la salud y trabajar por una mejor educación.
Se comprometió igualmente a mejorar la economía de los mexicanos, con un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) del 6 %, a no endeudar al país y hacer un manejo responsable de las finanzas públicas, contrario a como, según él, lo hicieron los “gobiernos del pasado”.
Al final de su sexenio, nada de esto cumplió: entregó a su sucesora un país en el desastre y severamente empobrecido, sin crecimiento económico y endeudado como nunca por los gobiernos anteriores.
La actual presidenta, Claudia Sheinbaum, sobre la base del nulo crecimiento de su antecesor, durante su campaña redujo su promesa a pasar de ser la economía número doce en el mundo a ser la décima economía. “De ese tamaño es nuestro objetivo”, dijo en ese momento.
Y recientemente presentó el “Plan México”, donde explica que propone una estrategia integral para consolidar al país como líder regional en desarrollo económico y equidad social. Como ustedes pueden ver, “son metas ambiciosas”, agregó.
Pero como elegantemente acostumbra decir la presidenta, “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”. Una cosa son las promesas y discursos de campaña, y otra cosa es la realidad que vivimos los mexicanos.
Durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que se pasó culpando de sus malos resultados a los presidentes anteriores, del 6 % de crecimiento económico prometido, a pesar de autocalificarse como el mejor gobernante en la historia de México y uno de los mejores del mundo, apenas le alcanzó para un paupérrimo 0.8 %.
Al final de su sexenio, según datos proporcionados por el centro de análisis que evalúa la operación gubernamental, México Evalúa, en el pasado mes de febrero de 2025, se demuestra que no solo aumentó la deuda, sino que hubo un manejo irresponsable del dinero de los mexicanos.
A la deuda de más de 8 billones de pesos de los anteriores gobiernos, se sumaron 6.6 billones del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, alcanzando una deuda total de 15.5 billones de pesos.
El incremento de la deuda del gobierno anterior fue tal que, según la información de México Evalúa, la deuda de AMLO fue mayor a la deuda contraída por Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto juntos, al grado de que, si se divide la deuda pública entre el total de los mexicanos, al cierre de su sexenio la deuda promedio de todos y cada uno de los mexicanos, incluidos los recién nacidos, pasó de 112 mil 141 pesos a 131 mil 738 pesos, 19 mil 597 pesos más.
Las ocurrencias y los programas sociales con tintes electoreros, entre otros factores, cuestan, y mucho, a tal grado que López Obrador endeudó al país en niveles inéditos al solicitar un mayor endeudamiento para terminar sus obras prioritarias pero incosteables: la Refinería Dos Bocas, el Tren Maya y el Tren Interoceánico.
Y como nadie puede gastar lo que no tiene, a menos que recurra al préstamo, si no se planea mejor, se reduce el gasto y se reduce el déficit, todo indica, como lo ha advertido el Fondo Monetario Internacional y otras importantes calificadoras, que el gobierno de Sheinbaum también recurrirá a contraer más deuda pública, hasta por el orden de los 9 billones de pesos, para invertir en sus obras y programas electoreros, en perjuicio de las actuales y próximas generaciones. Hasta ahora no ha habido gobierno bueno ni lo habrá, hasta que el pueblo se decida.
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