El 12 de febrero, la Fiscalía General del Estado de Colima comunicó el hallazgo de 69 cuerpos en la comunidad de Santa Rosa, municipio de Tecomán. De acuerdo con las autoridades, los cuerpos fueron localizados en 50 fosas clandestinas, luego de que se interrogara a un detenido y se obtuvieran pistas sobre el caso. Tras conocer la situación, autoridades federales y estatales arribaron a Santa Rosa y se iniciaron las investigaciones correspondientes para conocer la identidad de los cuerpos. A pesar de lo impactante de esta noticia, para los colimenses no fue ninguna sorpresa.
En los últimos años, Colima pasó de ser una entidad relativamente pacífica a ocupar los primeros lugares en los índices nacionales de inseguridad. De hecho, en 2018 Colima fue el estado con la mayor tasa de homicidios dolosos: 81 de cada 100 mil habitantes, lo que supera por más de tres veces el promedio nacional (23.3). Por otro lado, a inicios de este año, la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana consideró a la región de Manzanillo como una de las 17 zonas prioritarias a nivel nacional, por lo que el Gobierno Federal envió 600 elementos de la Armada, la Secretaría de la Defensa Nacional y la Policía Federal, quienes ya realizan operativos en los municipios de Manzanillo, Tecomán, Armería y Minatitlán.
¿Qué está haciendo el Gobierno Federal para detener la espiral de violencia que azota a México, como a Colima, desde hace años? Las medidas que ha tomado el Presidente al respecto, hablan con elocuencia. En esencia, son dos los grandes ejes de la política de seguridad: la Guardia Nacional y los Programas de Transferencias Monetarias, ambas, estrategias que han fracasado en los sexenios pasados.
La Guardia Nacional, que pretende entregarle todo el control de la seguridad a los militares, no solo continúa la fallida guerra comenzada por Calderón hace 12 años, sino que la profundiza al querer integrarla en la Constitución. Durante muchos años, y también en su última campaña, el propio Andrés Manuel criticó la medida de Calderón, pues "no se puede apagar el fuego con el fuego", decía; ahora como Presidente ha olvidado sus propios señalamientos y le ordena a los militares que sigan en las calles. ¿Es que no aprendió nada de los cientos de miles de muertos que nos dejaron Calderón y Peña Nieto? "Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo", dijo Albert Einstein; así que ya sabemos qué esperar con más soldados patrullando nuestras calles.
¡Y qué decir de los Programas de Transferencias Monetarias! Según el discurso presidencial, el dinero que el Gobierno entregará "directo, sin intermediarios", a los pobres de México, hará que bajen los índices delictivos. Así, por ejemplo, AMLO anunció que en las zonas de huachicol se invertirán más apoyos para que la gente deje de robar. Su análisis es este: la mayoría de los delincuentes se dedican a eso porque la pobreza no les deja otra opción, por lo tanto, piensa, dándoles dinero se reducirá su pobreza y así se les alejará del delito. Lo cierto es que el dinero que el Gobierno repartirá es tan poco que nadie dejará de ser pobre por esos apoyos. Las pruebas están ahí: los gobierno de Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto también repartieron dinero "directo, sin intermediarios", para reducir la pobreza, y el resultado es que en estos últimos 24 años la pobreza ha crecido en México. Otra vez: con más de lo mismo, las cosas seguirán igual.
¿Entonces cuál es la solución al problema de la violencia? Antorcha ha planteado, desde hace décadas, que los principales problemas del país –la violencia incluida- son consecuencia de la gran desigualdad que existe en nuestro país. La solución, por lo tanto, es disminuir esa desigualdad lo más posible. Pero Antorcha no piensa que repartir dinero a los pobres sea una estrategia acertada. Lo que debe hacerse es que el gobierno aplique un modelo económico diferente, uno que se base en cuatro ejes bien definidos: 1) Trabajo para todos, 2) Salario digno a todos los trabajadores, 3) Que paguen más impuestos los que ganan más y menos los que ganan menos, y 4) Que se incremente sustancialmente el gasto social para resolver problemas elementales, como obras y servicios, para la población marginada. Esto lo ha dicho Antorcha por años, pero como sabemos que "obras son amores", hemos pasado del discurso a la práctica, del dicho al hecho.
Aquí podría enumerar una larguísima lista de las obras y servicios que el pueblo pobre organizado en Antorcha ha conseguido en toda la geografía nacional, pero, en aras de ser breve, solo mencionaré un caso: las casas de estudiantes de Colima. Actualmente, existen dos casas de este tipo en la capital del Estado, las cuáles brindan a jóvenes pobres de Colima, Michoacán y Jalisco, la oportunidad de estudiar una carrera universitaria. Y hay más: está ya por concluirse otra casa de estudiantes en Coquimatlán, y recientemente comenzó la construcción de una casa de estudiantes en Manzanillo. Estas casas, santuario del estudio y el trabajo, pronto serán habitadas por jóvenes pobres de la región que quieren continuar sus estudios y no poseen los recursos económicos suficientes para hacerlo.
En este punto volvemos al inicio. Ante la violencia que se vive en Colima, mandar más militares y repartir más dinero no será la solución. Eso ya está muy visto. ¿Y qué resultados hay de lo que propone Antorcha? Pronto, cientos de jóvenes moradores de las casas de estudiantes podrán continuar estudiando y alejarse de las filas de la delincuencia. Pero no hay que irse tan lejos. En la Espartaqueada Cultural que a inicios de este mes celebró Antorcha en Tecomatlán, Puebla, un nutrido grupo de jóvenes estudiantes de muy humilde condición fueron a representar a Colima en las disciplinas de danza y poesía. Estos son jóvenes que Antorcha le ha arrancado a la delincuencia: hoy, en lugar de matar, ocupan su tiempo cultivando su inteligencia, su cuerpo y su espíritu. ¡Esto es lo que quiere Antorcha para todo México!
0 Comentarios:
Dejar un Comentario