MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

20 de noviembre: ¿fiesta popular?

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El proceso que llevó al estallido de la Revolución Mexicana de 1910 tuvo en Sinaloa una correspondencia fiel con los eventos nacionales. La académica de la UAS, Azalia López Gonzáles dice en su libro La vida política en Sinaloa Desde la Independencia hasta la Revolución (1810-1910) que “La revolución también tuvo lugar en Sinaloa.

Nuestra entidad contribuyó también con su cuota de sangre y de miedo en la realización de esta epopeya.” (p.11). Me parece importante recordar hoy que se cumplen 113 años del estallido social, algunos de los eventos locales para poder evaluar sus efectos en el Sinaloa de hoy. Para ello solo me remontaré a algunos eventos relevantes del último cuarto de siglo, mismos que relata López González.

Durante este período el grupo dominante en la política sinaloense fue el que encabezaba Francisco Cañedo, quien siguió a Porfirio Díaz en su Plan de Tuxtepec, desconociendo al gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada en 1976. Después de apaciguada la rebelión, varios militares partidarios de Díaz se hicieron del poder por la vía electoral, este fue el caso de Cañedo (López, p. 169).  En mayo de 1877 Porfirio Díaz protestó como presidente constitucional de la República y en junio del mismo año lo hizo Cañedo como gobernador de Sinaloa. A partir de este año, compartió intermitentemente el poder con Mariano Martínez de Castro, mientras él iba a la senaduría en dos períodos, y a partir de 1892 gobernó ininterrumpidamente hasta 1909, cuando falleció.

Desde su primer período de gobierno (1877-1880) Cañedo mostró un talante represor, se le acusó del asesinato de uno de sus críticos, el periodista José Cayetano Valadés, acusación que le valió su separación temporal del cargo. Durante todo el Cañedismo se aseguraba el control de los distritos a través de las prefecturas, que eran asignadas por el gobernador (López, p. 177) A partir de 1892, tercera ocasión en que Cañedo asumía como gobernador fomentó la colonización extranjera de la región, apoyado en Albert K. Owen (López, p178). El gobernante le servía a intereses extranjeros que, ávidos de entrar a explotar las riquezas mineras, agrícolas, entre otras, ingresaban a territorio nacional.

“Por un lado se encontraban los logros en materia económica, los avances en la industrialización, el ferrocarril, etcétera, pero por otro, aparecía la parte de la sociedad sin acomodo en aquel progreso liberal manifestado hacía ya tiempo” Así, representantes de los excluidos como Heraclio Bernal emergían en el escenario político nacional tratando de reivindicar los derechos de los desposeídos. (López, p. 179).

Los legisladores se encontraban a tono con la estructura monolítica del poder y la pax porfiriana campeaba entre la élite y los opositores: a los primeros los premiaba con concesiones, puestos en el gobierno o curules y a los segundos los acallaba, reprimía, acallaba o desterraba. Por todo lo alto se pregonaban los adelantos en materia de economía… ” Se destacaba que toda esta bonanza era posible gracias a la pax porfiriana (ídem).

Así transcurrió el período de Cañedo en la gubernatura, más de treinta años de gobierno directo o indirecto, entre críticas de sus opositores y loas de sus aplaudidores que veían a un digno representante de la “bonanza” porfirista en Sinaloa. El 5 de junio de 1909 muere el general Francisco Cañedo.

Después de su muerte Sinaloa va a elecciones. Diego Redo de la Vega es el candidato oficial, apoyado por la prensa local y numerosos clubes. Gana a José Ferrel la gubernatura. Ferrel se une a Madero, quien hace una gira por Sinaloa (Mazatlán, Culiacán y Angostura) a inicios de 1910, a pesar de los escollos que le puso el gobierno de Redo. Además de José Ferrel, Querido Moheno se convierte en una pluma crítica del porfirismo en Sinaloa, que se opone a la prensa servil de la época.

En 1910 se celebraron elecciones, los candidatos: Porfirio Díaz por el Partido Reeleccionista y Francisco I. Madero por el Partido Antirreeleccionista. A pesar de las documentadas denuncias de fraude electoral de los maderistas, que pedían la anulación de las elecciones, la Cámara de Diputados consideró injustificada la petición y ungió presidente a Díaz. Ante el levantamiento popular encabezado por Madero pidiendo “Sufragio efectivo, no reelección”, a partir del Plan de San Luis, el 20 de noviembre de 1910, en mayo de 1911 Díaz acordó su renuncia, un interinato, indemnizaciones y amnistía general. En Sinaloa la batalla por Culiacán inició el 30 de mayo y acabó el 3 de junio de 1911 cuando Diego Redo se rinde. Manuel Bonilla fue el encargado del armisticio (López, p. 193).

La problemática interna de Sinaloa no era más que el reflejo de la nacional. Los intereses de una burguesía en ascenso pugnaban por liberarse del dominio de los grandes terratenientes que se habían enquistado en el poder público del estado.

La miseria, la desigualdad, la opresión que se vivían hizo que los sinaloenses se sumaran a la causa maderista. La necesidad de una revolución y del cese de la dictadura local del cañedismo jugó su papel al interior del estado.

¿Pero qué tenemos hoy? La desigualdad sigue, el desarrollo económico de Sinaloa es claro que no beneficia a todos, tiene efectos positivos en sectores localizados, la pujante agricultura y agroindustria y comercio, tampoco; la política de entrega de dádivas como réplica de las políticas nacionales no modifica la distribución del ingreso nacional, solo anestesia la voluntad y el ansia revolucionaria de un pueblo al que se le sigue negando la justicia; la situación de la prensa servil se sigue viendo en buena cantidad de los medios nacionales  y locales, mártires como José C. Valadés los tenemos por docenas en México; la represión hacia los críticos es cosa de todos los días; la pax porfiriana es sustituida por el amasijo de circunstancias que pretenden establecer una pax morenista, nada eficiente, por cierto. Hoy, con todo y Revolución Mexicana parece que hemos dado una vuelta circular, para quedar en el mismo punto.

El pueblo mexicano ha venido cambiando solo de dominadores para volver a quedar sojuzgado y miserable. Veinte de noviembre no es una fecha de fiesta del pueblo mexicano, sino de la clase burguesa que triunfó a partir de ella; para el pueblo debe servir para recordar   que aquella intentona nos dejó lecciones que hay que usar para volver a emprender el camino de lucha, pero esta vez en pos del poder popular auténtico, uno que no sea entregado ni a sus opresores más fieros ni a los demagogos que lo anestesian y frenan.

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